viernes, 8 de enero de 2010

LAS FUNCIONES DE LA PINTURA


Las nociones convencionales

Normalmente se considera que toda pintura figurativa representa singulares en cuanto que lo que percibimos en ella son formas singulares que refieren a objetos también singulares, por lo que convencionalmente se considera que dicha pintura es concreta. Esta noción proviene de la concepción filosófica de que lo concreto es lo individual y lo singular, mientras que lo abstracto se identifica con lo general y lo universal. Así mismo, lo concreto se refiere comúnmente a lo real, a lo físicamente sensible por lo que, en tanto que la pintura mimética representa lo “real” y lo físico, se dice que ésta es concreta. De la misma manera, la pintura no figurativa se considera abstracta en cuanto que no refiere a las cosas “concretas” de la realidad física, y en cuanto que refiere a ideas mentales, generales y universales, es decir, a conceptos.
Estas nociones de lo concreto y lo abstracto parecen estar fuertemente arraigadas en nuestra concepción de lo que la pintura es, aunque tales nociones parecen tener una antítesis si consideramos el siguiente argumento psicológico y fenomenológico.


Presentación y representación

Se dice tradicionalmente que la función principal de la pintura es (o ha sido mayormente) la de representar objetos, ideas, conceptos, etc., pero para representar algo, la pintura primero necesita presentarse a sí misma, es decir, ponerse como objeto de percepción frente a un sujeto. Este presentarse a sí misma, este hacerse presente, puede entenderse también como la presentación de sus cualidades o características físicas que la constituyen en un objeto de percepción. Tales características serán las características físicas de la materia pictórica anteriormente analizadas, así como también las características físicas del sustrato o superficie que las soporta.
Se puede decir entonces que la pintura no sólo representa sino que también presenta, y que incluso antes de representar presenta, es decir, para poder representar algo, la pintura tiene primero que presentarse así misma como pintura, como objeto de percepción. Toda pintura, sea figurativa o “abstracta” presenta antes de representar, y lo que presenta son las cualidades o características de su constitución física objetual, y lo hace de una manera concreta y singular a la percepción, es decir, la pintura se nos presenta como una cosa concreta en cuanto que es un objeto físicamente sensible. Por lo tanto, se puede decir que la pintura abocada principalmente a exhibir sus cualidades físicas de forma, color, textura, etc., podrá llamarse concreta, y tal es el caso de la pintura comúnmente llamada abstracta o no figurativa. Es decir, la pintura “abstracta” es propiamente concreta en tanto que nos presenta concretamente sus cualidades físicas y formales principalmente (Jackson Pollock llamaba a sus pinturas “acciones concretas”).
Por otro lado, hemos visto que tendemos a considerar a la pintura figurativa como concreta en tanto que representa las cosas “concretas” de la realidad, en tanto que representa lo “real” y lo físico. Sin embargo, la pintura figurativa es concreta sólo en la medida en que presenta y no en tanto que representa, es decir, es concreta sólo en cuanto que es vista primero como pintura, como objeto pictórico y no como representación de otros objetos físicos. Así mismo, esta pintura, tomada como representación y como imagen visual de objetos y no como objeto pictórico, lleva implícita una función sintetizadora, puesto que toda representación visual requiere de la abstracción como proceso de síntesis, tanto en los procesos de percepción de los objetos que representa como en los procesos de producción de la misma. Esto debe entenderse en el sentido de que toda imagen visual no presenta de una manera propiamente física y concreta los objetos considerados en ella, sino que los re-presenta de una manera puramente visual y, por lo tanto, desprovistos de sus características físicas reales de tridimensionalidad y materialidad, lo que implica, finalmente, varios procesos de abstracción. Es decir, la representación visual de objetos físicos requiere de la traducción y síntesis de su tridimensionalidad y materialidad a la bidimensionalidad del plano pictórico. Visto así, se puede decir que la pintura figurativa o representativa es propiamente abstracta.

Tenemos entonces que, dependiendo de los argumentos utilizados, podemos postular que la pintura figurativa es concreta y la no-figurativa es abstracta tanto como podemos postular que la pintura figurativa es abstracta y la no-figurativa es concreta. Tal es la antinomia o contradicción de la pintura, es decir, podemos postular dos tesis diametralmente opuestas que, sin embargo, resultan ambas ser aparentemente válidas. De manera similar a como Kant propone que el problema de las antinomias de la razón proviene de considerar al espacio y el tiempo como “cosas en sí”, este problema de contradicción entre lo concreto y lo abstracto en la pintura se puede resolver de la siguiente manera.
Parece que la convención tradicional de que la pintura figurativa es concreta y la no-figurativa es abstracta proviene de considerar que los objetos que la primera representa son tan reales (por lo menos a nuestra percepción visual) como los objetos físicos mismos, es decir, que tomamos a los objetos pintados como “cosas en sí”, y por eso los consideramos tan concretos como los objetos reales. Así mismo, la pintura que no representa a los objetos concretos de la realidad tendría que ser, por oposición, forzosamente abstracta, y los contenidos o ideas que representa serían por lo tanto generales y universales, a diferencia de los objetos singulares de la pintura figurativa.
Por lo tanto, si dejamos de considerar a los objetos pintados como reales, es decir, como “cosas en sí”, dejamos también de considerarlos como concretos (en tanto objetos “reales”), y podemos ver más fácilmente que los procesos perceptivos de los objetos verdaderamente reales y los procesos de construcción de las imágenes que los representan implican ciertamente diversos procesos de abstracción. Si también comenzamos a considerar las características de la pintura como físicamente reales y presentes, podemos entonces entender que tales características son ciertamente concretas, así como lo es la pintura que se aboca a exhibirlas, es decir, la pintura no-figurativa.


Lo concreto

Hemos visto que si atendemos a la idea de que lo que toda pintura presenta son sus cualidades y características físicas de materia, color, textura, etc., podemos decir entonces que la pintura abocada principalmente a exhibir y presentar tales cualidades es propiamente concreta, en tanto que lo concreto es aquello que es en su realidad completa y actual. Es decir, la pintura no figurativa, comúnmente llamada abstracta, es realmente concreta en cuanto que consiste principalmente en presentar su realidad material físicamente completa tanto como su realidad temporal actual, pues nuestra percepción de tal realidad física lo es en un tiempo presente o actual. Por el contrario, la pintura figurativa no nos presenta la realidad física y fenoménica completa de los objetos que representa, pues de ninguna manera nos puede presentar la constitución física, material y espacial de los mismos. Tampoco nos muestra la realidad actual de ellos, puesto que sólo nos muestra la re-presentación de los mismos en tanto que dichos objetos no están físicamente presentes en ella. Dicho de otra manera, la pintura figurativa sólo nos muestra representaciones de objetos como son, han sido o serán, pero no puede presentarnos los objetos en su realidad física actual y presente; no podemos percibir la actualidad (en estricto tiempo presente) de los objetos representados, pues no están ellos presentes frente a nosotros en la pintura que los representa. Por otro lado, precisamente porque la pintura no figurativa no depende de su referencia a objetos de la realidad física (o de cualquier otra realidad), se puede decir que tiene su principio de individuación en su materialidad física y no en las formas de objetos a representar; existe y se individualiza por sí misma (en tanto objeto pictórico y en tanto materia aplicada a una superficie), por sus cualidades físicas concretas. Así mismo, la pintura figurativa tiene como principio de individuación a las formas o figuras de los objetos que representa. Dicho de otra manera, el principio individuante de la pintura figurativa es la figura (y su capacidad de semejanza) e implica la abstracción; el principio individuante de la pintura no figurativa es la mancha (y sus cualidades físicas) e implica lo concreto. La figura es abstracta en tanto que representa formas abstraídas de la realidad física; la mancha es concreta en tanto que presenta sus propias cualidades físicas reales.


Lo abstracto

El concepto abstraer en lógica consiste en “extraer” propiedades comunes a partir de un conjunto de casos particulares. De ahí que abstracción se defina tradicionalmente como la suma de las propiedades que una serie de objetos tiene en común. Es decir, una abstracción es un concepto en tanto resultado de una generalización de propiedades a partir de singulares. Se entiende pues la abstracción como un concepto fruto de una generalización. En su libro “El pensamiento visual”, Rudolph Arnheim dice que estas nociones de la abstracción son, sino erróneas, por lo menos sí muy limitantes. Por un lado, en su sentido lógico o literal, la abstracción es negativa, pues se refiere a una extracción; abstrahere significa, activamente, quitar algo de alguna parte; pasivamente, ser apartado de algo. Arnheim objeta esta definición de la abstracción o lo abstracto porque dice que esta noción negativa ha dado lugar a la concepción errónea de que lo abstracto, como construcción mental, debe aislarse de toda relación perceptual y sensitiva. También objeta la noción de que la abstracción es consecuencia de un proceso previo de generalización, pues se le hace difícil imaginar cómo la mente puede generalizar a partir únicamente de particulares, por la lentitud y complejidad que tal operación implicaría si tuviéramos que discernir lo común que cada cosa tiene con las demás pues “no hay dos cosas en este mundo que no tengan nada en común, y la mayor parte de ellas tienen mucho en común”. Para él, un concepto abstracto no es fruto de la generalización sino un prerrequisito necesario a ésta, y la percepción no es el requisito de casos particulares, sino que la captación abstracta de los rasgos esenciales constituye el principio y la base de la percepción; para que se pueda generalizar se deben captar las características que servirán para ubicar los objetos bajo una categoría específica. La abstracción es entonces la base de la generalización y, aún más, de la percepción misma.
De esto se puede aventurar una definición preliminar de la abstracción como el proceso primario fundamental de la percepción y la generalización, en tanto que captación de los rasgos esenciales y genéricos del objeto para su conceptualización. Aún así, la concepción Arnheimniana de abstracción es mucho más extensa y compleja, y se puede decir que la tesis principal de su obra mencionada es la de demostrar cómo la abstracción está presente en todos los niveles de la percepción visual como un “proceso mental inteligente”.

Tratando de ir pues un poco más allá con Arnheim en la búsqueda de lo abstracto, resulta que existe lo que él llama “la abstracción de la forma”. Es la misma idea de la captación de los rasgos esenciales de un objeto, pero llevada al ámbito más específico de la captación de sus rasgos estructurales, de su forma.
Cuando percibimos un objeto desde diversos ángulos de vista, captamos deformaciones proyectivas del mismo (la perspectiva) que alteran su forma “constante e invariable”, es decir, su forma real estructural y tridimensional. Aún cuando lo incompleto es una cualidad característica inherente a cualquier proyección o apariencia particular de un objeto, aprehendemos a tal objeto como un sólido completo y constante en todas sus posibles proyecciones o ángulos de observación. Esto sucede porque “abstraemos” dicha forma completa, constante e invariable del objeto a partir de sus diversas proyecciones espaciales deformadas, y porque consideramos tales apariencias como “secuencias legales” y válidas de un cambio gradual del objeto o, más bien, de nuestros diferentes puntos de vista. Es característica primordial de la percepción visual el abstraer las formas de los objetos de tal manera que, aunque su tridimensionalidad es percibida primeramente como una deformación proyectiva, ésta, no obstante, nos remite a su forma real completa y constante. Visto así, abstraer significa recuperar la forma tridimensional constante e invariable de un objeto a partir de (o a pesar de) las deformaciones proyectivas sufridas por éste en la vista.
Buscando otra línea de investigación sobre la abstracción en la percepción, se debe tener en cuenta que la imagen retínica (o retiniana) es bidimensional en tanto que la retina es una superficie cóncava y por lo tanto bidimensional, por lo que el objeto de la percepción no entra corporalmente en el ojo, es decir, no entra tridimensionalmente en el ojo. Esto implica una simplificación de la forma del objeto real tridimensional hacia la bidimensionalidad de la imagen retínica, pues el que la retina produzca una imagen fiel pero bidimensional del mundo exterior significa que necesariamente se lleva a cabo una “traducción” de la tridimensionalidad de éste a la bidimensionalidad de aquélla, tal como una proyección en una pantalla.
Si consideramos nuevamente la noción de abstracción como el extraer los rasgos esenciales de objetos, y consideramos que la percepción extrae del objeto físico lo que le es esencial, visualmente, para producir la imagen retínica bidimensional, se puede decir entonces que este proceso de traducir el objeto físico tridimensional a su imagen bidimensional es, también, un proceso de abstracción.
Si abstraer significa extraer los rasgos esenciales de objetos particulares, la producción de la imagen retínica, en tanto que implica la extracción de los rasgos esenciales de la forma de los objetos percibidos para su bidimensionalización es, entonces, un proceso de abstracción y, por lo tanto, la imagen retínica misma es una abstracción.
En vista de estos argumentos, la abstracción pertenece al ámbito o contexto de la pintura figurativa y no al de la no figurativa, pues los procesos de abstracción analizados se refieren a la percepción y/o representación de los objetos del mundo figurativo. Es decir, en la percepción y representación figurativa de los objetos del mundo fenoménico intervienen los procesos de abstracción antes mencionados, por lo que la pintura figurativa es propiamente abstracta.
Así mismo, la abstracción pictórica, entendida como la captación de los rasgos esenciales de un objeto, implica necesariamente, en todos sus procesos, la forma del objeto que representa, es decir, su figura. Por esta razón, la abstracción de un objeto o forma sólo puede ser llevado hasta el punto en que tal abstracción continúe considerando a la figura como referente de su objeto, por muy sintetizada que ésta esté. Dicho de otra manera, la abstracción como síntesis de un objeto sigue siendo figuración, pues el presentar pictóricamente los rasgos esenciales de un objeto implica el uso de la figura y de su semejanza con el objeto, por lo que la eliminación total de dicha semejanza o referencia al objeto no será la abstracción del mismo, sino su negación. Por eso la pintura verdaderamente abstracta es la que tiene siempre un mínimo nivel de figuración.
Una de las teorías que mejor explica la posible manera en que percibimos e interpretamos la profundidad y tridimensionalidad del espacio real es la de las variables de estímulo de Gibson, la cual incluyo aquí a partir de los comentarios que el ya citado Villafañe incluye en su teoría de la imagen. En la imagen retiniana existen dos tipos de variables de estímulo: las variables lumínicas de longitud de onda (color) y de intensidad (tono), y las variables de textura, que son producto de la relación de diversos puntos lumínicos entre sí, es decir, el gradiente. La hipótesis de Gibson consiste en que todos los estímulos físicos son codificados con base en estas variables de estímulo, las cuales determinan una exitación diferencial de los receptores retínicos de tal manera que las superficies y otros elementos visuales tienen representaciones retínicas específicas. Recojo dos de los ejemplos que Villafañe propone: La estimulación retinal discontinua propia de la percepción de contornos, la cual determina que para percibir un borde o contorno es necesario separar dos planos, es decir, se requieren áreas de energía discontinua o, lo que es lo mismo, de contraste lumínico; la variación de los gradientes texturales, mediante la cual una serie decreciente de elementos visuales o estímulos puede llegar a representar la distancia y la profundidad.
Parece ser pues, que lo que entra en juego a la hora de percibir visualmente la realidad física y traducirla a imágenes pictóricas, son diversos procesos de abstracción, por lo que, en todo caso, la pintura figurativa en general podría llamarse también pintura abstracta o abstracción.
Así mismo, lo que realmente entra en juego en la convencionalmente llamada pintura “abstracta” son procesos de manipulación y presentación concreta de las características físicas de la materia pictórica, por lo que esta pintura no figurativa es más concreta que abstracta.


“Una dicotomía nociva”

A pesar de la contundencia de los argumentos anteriores a favor de lo abstracto de la pintura figurativa y lo concreto de la pintura no figurativa, queda aún un aspecto a considerar sobre este tema. Arnheim dice que la dicotomía entre percepción y pensamiento se refleja en la costumbre de distinguir entre las cosas concretas y abstractas, y que el más “crudo error” es decir concreto por perceptible y abstracto a lo que no es accesible por los sentidos. Es también el mismo error llamar concreto a lo físico y abstracto a lo mental. La experiencia de ver una mesa, por ejemplo, no es ni más ni menos concreta que la de tener una imagen o una idea de la misma, y que todos los contenidos mentales son particulares, únicos y concretos aún cuando son también universales. Toda idea, concepto u objeto particular es concreto en sí mismo y se convierte en universal y es abstracto cuando es referido a una multitud de casos o cosas. Finalmente, la concreción es una propiedad de todas las cosas, físicas o mentales, y muchas de estas cosas pueden ser también abstractas, de tal manera que los términos de concreto y abstracto no son antónimos ni se excluyen uno al otro. De esto resultará que ninguna de las tesis antes analizadas será válida por sí misma pues, como acabamos de ver, lo concreto y lo abstracto no se excluyen mutuamente. Una manera de resolver este problema será admitir que la pintura puede ser al mismo tiempo concreta y abstracta, pero admitiendo también que, en todo caso, lo que sucede es que la tendencia de una pintura hacia lo concreto o lo abstracto depende finalmente de la función principal, entre presentar y representar, que dicha obra evidencie. Dicho de otra manera, una pintura será más concreta que abstracta cuando su función principal sea la de exhibir o presentar sus características físicas y sus cualidades puramente formales, aún cuando éstas puedan referir de una u otra manera a contenidos universales y abstractos. Una pintura será principalmente abstracta cuando su función primordial sea la de representar, mediante la figuración, los objetos y fenómenos de la realidad física, aún cuando también sea concreta por el simple hecho de ser en sí misma un objeto físicamente particular y concreto. Aún cuando lo concreto no es exclusivamente lo físico, el considerar que toda idea es tan concreta como cualquier objeto físico no elimina ni excluye el hecho de que lo físico sigue siendo también concreto, mientras que, como hemos visto, la percepción y representación del mundo implica necesariamente diversos procesos de abstracción. Siendo así, considerar la idea de lo concreto y lo abstracto como extremos de una escala de grados de las funciones de la pintura nos permite una guía de aproximación para su análisis. No pretendo con estas reflexiones cambiar las convenciones fuertemente establecidas en el arte de lo que la pintura abstracta o concreta son, sino sólo dirigir un poco de luz hacia un entendimiento más claro y objetivo de la naturaleza y las funciones de la pintura.

LAS CONDICIONES FORMALES DE LA PINTURA FIGURATIVA

1ª Sección
De la perspectiva como espacio pictórico

Según Kant, la intuición del espacio permite no sólo la existencia de juicios sintéticos a priori en la geometría, sino que es la condición y posibilidad misma de toda experiencia externa sensible, de toda percepción de los objetos del mundo. El espacio, como forma pura de la sensibilidad, no sólo permite la intuición a priori de los principios de la geometría, sino que también determina la forma que deben tomar los objetos de la realidad física para poder ser percibidos. Como forma a priori de tales principios, el espacio nos permite intuir mentalmente, sin necesidad de la experiencia empírica, todas las configuraciones posibles de las formas geométricas, las cuales, consecuentemente, proporcionan las posibles configuraciones que los objetos reales pueden tomar. El principio fundamental de la geometría euclidiana del espacio establece que para un punto dado en el mismo, sólo es posible la intersección de tres líneas perpendiculares entre sí que cruzan dicho punto. Por lo tanto, el espacio, tal como lo conocemos o, más bien, tal como lo percibimos, tiene sólo tres dimensiones, es tridimensional
Si el espacio físico es tridimensional, el espacio pictórico es bidimensional, sólo tiene dos dimensiones, alto y ancho. El llamar “espacio” a la superficie bidimensional de la pintura es una analogía que ha llegado a ser entendida como la capacidad de la misma de referir al espacio tridimensional de la realidad física.

En su sentido más general, el término perspectiva significa cualquier punto de vista del sujeto frente al mundo, y se puede entender también como la percepción y/o construcción de una composición dada de objetos desde un punto de vista particular.
Lo que aquí se propone es que ciertas imágenes pueden remitir de múltiples maneras a objetos del mundo gracias a la capacidad de ciertas configuraciones (las aquí llamadas figuras) de simular, en mayor o menor grado, las estructuras y configuraciones de los objetos que representan. Es a partir de un punto de vista, de la posibilidad del ser humano de posicionarse frente a las cosas del mundo desde un lugar determinado, que se pueden concebir y producir infinitas maneras de representar dichas cosas. Esta capacidad es, y ha sido siempre (desde Laxcaux hasta el hiperrealismo), lo que permite traducir, a través de infinitas configuraciones, nuestras percepciones del mundo al plano bidimensional Cualquier imagen que en cualquier cultura y tiempo tenga o haya tenido la función de representar algún objeto, tiene (o tuvo) como condiciones de posibilidad, el punto de vista de quien la produjo (perspectiva) tanto como la capacidad de traducir ese punto de vista a una imagen bidimensional.
Es a partir de estas consideraciones que me remito a la definición de perspectiva como todo punto de vista en general, y llamaré figura a toda configuración que de uno u otra manera, y en cualquier lugar y época, tenga la capacidad de remitir a las cosas del mundo. Las posibles maneras en que nuestra percepción permite la producción de configuraciones que representan al mundo son tratadas a continuación, así como en la sección “Lo abstracto” de la Dialéctica de la pintura.

La perspectiva en la figura

La representación bidimensional de los objetos del espacio tridimensional implica dos aspectos diferentes de la perspectiva visual. El primero se refiere a las propiedades ópticas y geométricas de la visión humana, es la perspectiva natural. El segundo aspecto se refiere a la proyección de objetos sobre una superficie, es la perspectiva lineal.


Perspectiva natural

La visión comienza cuando la imagen del mundo exterior es proyectada sobre la superficie cóncava y bidimensional de la retina, la cual es la capa sensitiva a la luz que cubre el interior del ojo y que está conectada con el cerebro mediante el nervio óptico. La perspectiva natural está basada en la óptica y la geometría de la visión natural y es el producto de los ángulos de visión entre el ojo y los objetos observados. Las líneas rectas que definen tales ángulos visuales constituyen la llamada “pirámide visual” de los pintores renacentistas, la cual es la disposición de ángulos visuales para una disposición dada de objetos. La pirámide visual se refiere a las líneas y ángulos que parten de la superficie y los bordes de los objetos que convergen y se encuentran en un punto en el ojo, y que son los que determinan la imagen en la retina. La perspectiva natural es el estudio de dichas líneas y ángulos visuales y su función en la producción de la imagen retínica.


Perspectiva lineal

Si se consideran las líneas rectas proyectadas de los puntos del objeto hacia el centro de la pupila, o de ésta hacia aquéllos, permaneciendo el ojo inmóvil, y si esta “pirámide” de líneas rectas es intersectada por una superficie o plano perpendicular al eje horizontal central del ojo, se produce una figura sobre tal superficie que coincide en todos sus puntos con la imagen del objeto. Este es el principio óptico y geométrico de la perspectiva lineal de proyección central y de la perspectiva de puntos de fuga que se deriva de ésta, así como de todas las versiones y variantes de las mismas. La perspectiva lineal es la proyección de los objetos, vistos a través de la visión monocular fija, sobre una superficie cuyo centro de proyección es un punto en el ojo y que a su vez es el vértice de las líneas y ángulos de la pirámide visual. La intersección de cada una de estas líneas rectas con la superficie es la proyección de cada punto correspondiente del objeto, y la unión de todos los puntos proyectados sobre la superficie, por medio de líneas, dará como resultado la proyección o figura en perspectiva de dicho objeto. En otras palabras, la intersección por un plano de todas las líneas provenientes de un objeto hacia el punto central en el ojo, da como resultado la proyección perspectiva de tal objeto. También se puede decir que la perspectiva es la sección de la pirámide visual determinada por la superficie que la intersecta, de manera similar a como una pantalla o pared intersecta la imagen proviniente de un proyector de luz.
Como los ángulos que definen la pirámide visual de la perspectiva natural son los mismos que los proyectados en la superficie de la perspectiva lineal, la perspectiva de una imagen construida con proyección central será la misma que la perspectiva natural de la escena real. Es decir, cuando percibimos monocularmente una imagen realizada en perspectiva lineal de proyección central, tal imagen coincidirá con la perspectiva natural de la escena original, puesto que tal imagen ha sido construida con base en los mismos ángulos de visión con que percibimos dicha escena real. Esta es, según Pirenne, la base empírica del funcionamiento de la perspectiva lineal como representación ilusoria del espacio real.
Aunque la exactitud y correspondencia entre imágenes de la perspectiva natural y la perspectiva lineal sólo se da en la visión monocular fija, y aunque al observar una pintura en perspectiva con la visión binocular normal se distorsiona tal correspondencia y, aún más (como señala Pierre Francastel en su obra “Pintura y sociedad”), aunque la perspectiva lineal heredada a la pintura por el Renacimiento sea tan sólo una convención histórica e ideológica incapaz de representar fielmente la realidad que percibimos, la perspectiva lineal (en todas sus variantes) ha sido y sigue siendo el principio geométrico de la objetividad visual propia de la pintura figurativa (y por lo tanto de la forma pictórica llamada figura mimética). Incluso considerando que el espacio físico parece obedecer más a los principios de la geometría curva de la teoría relativista que a los de la geometría euclidiana, se puede decir que nuestra experiencia perceptual cotidiana del espacio se ha explicado y se explica aún tan bien o mejor con la segunda que con la primera. Baste considerar que aún hoy en día la arquitectura y la ingeniería siguen fundamentando gran parte de sus cálculos y proyecciones en la perspectiva lineal de puntos de fuga. Sería inconcebible que tales disciplinas siguieran basando su objetividad en un sistema que no guardase un mínimo de correspondencia con sus necesidades físicas concretas.
En todo caso, aún aceptando el carácter convencional y no necesariamente objetivo de la perspectiva lineal, se debe entender y aceptar que, por lo menos hasta ahora, dicho sistema ha permitido un acercamiento bastante convincente a la objetividad visual del mundo fenoménico en la pintura.

Por otro lado, existe un número indeterminado de grados decrecientes en que la utilización libre de la perspectiva permite a la figura una representación del espacio de maneras cada vez más cercanas a la planez de la superficie pictórica. El nivel o grado más bajo de tal escala se da cuando la figura pierde toda referencia a cualquier tipo de proyección perspectiva, llegando a ser tal figura propiamente plana en su configuración, aunque no sólo plana en función de su misma bidimensionalidad, sino en un sentido de planez visual.


Escala de las formas sobre el plano pictórico

Existen otras maneras por medio de las cuales la figura puede representar la idea de cierta profundidad y espacialidad, es decir, de dar la apariencia de cierta profundidad del espacio pictórico, aunque de una manera todavía más alejada de la profundidad generada por la perspectiva lineal.
Tales maneras son el tamaño o escala de los objetos representados y la posición o ubicación de los mismos en el plano pictórico. Aunque estos aspectos formales son usados como complementos de la perspectiva lineal para obtener efectos miméticos e ilusionistas más convincentes, son también utilizados fuera del armazón o esqueleto de aquélla, para generar representaciones de espacio y profundidad de un carácter más libre e independiente de las intenciones miméticas.
La escala o tamaño relativos de las figuras representadas en un plano produce una determinada sensación de profundidad del plano pictórico. Si se colocan en el plano varias figuras de distintos tamaños, las figuras más grandes parecerán más cerca del espectador que las de menor tamaño, lo que generará la sensación de profundidad y distancia entre tales figuras. Esto sucede simplemente porque la disminución de tamaño de los objetos es un efecto natural de nuestra percepción visual del espacio real. Es decir, el tamaño relativo de los objetos nos da la idea de su distancia respecto a nosotros y produce la sensación de profundidad, pues es una particularidad de nuestra visión el que los objetos que vemos se reduzcan en tamaño a medida que se alejan de nosotros. Esto se explica geométricamente si recurrimos nuevamente a los ángulos de la pirámide visual, puesto que, a medida que se aleja un objeto de nosotros, dichos ángulos que tienden de nuestro ojo a los puntos de tal objeto se van cerrando, lo que resulta en una disminución del tamaño de la imagen proyectada sobre la retina.


Posición de las formas sobre el plano pictórico

Por otro lado, si se colocan dos figuras o más (aún cuando sean del mismo tamaño) en diferentes lugares del plano, las figuras colocadas en la parte inferior parecerán más cerca que las figuras colocadas cerca del eje central horizontal o hacia la parte superior, aunque algunas veces las figuras en esta parte también podrán parecer más cercanas que las de la parte central del plano. Esto sucede porque para nuestra visión, los objetos más cercanos se encuentran generalmente en la parte inferior del hemisferio o campo visual, y los objetos que se van acercando hacia la línea de horizonte generalmente están a mayor distancia de nosotros. Si consideramos también que el plano pictórico es de cierta manera una analogía del hemisferio visual, es fácil entender que la ubicación de las figuras pueda producir en él la sensación de profundidad.
Si tomamos en cuenta que, además de ser utilizadas por separado, estas propiedades espaciales de la forma pictórica pueden ser combinadas y puestas a interacuar entre ellas, podemos entender la diversidad de maneras en que la figura puede sugerir una sensación de profundidad y espacialidad sin necesidad de recurrir a la perspectiva lineal. Por ejemplo, si además de asignar tamaños diferentes a ciertas figuras se colocan las de mayor tamaño hacia la parte inferior del plano y las menores hacia la zona central y superior, el efecto de profundidad sugerido será aún mayor que el que se logre utilizando solamente uno de estos dos recursos.


2ª Sección

La gradación tonal en la figura

Al igual que la perspectiva, y como complemento de ésta, la gradación tonal es la propiedad de la figura que permite la representación de la profundidad y tridimensionalidad del mundo real en la pintura figurativa. Dicho de otra manera, la gradación tonal es la propiedad de la forma pictórica de traducir la tridimensionalidad del mundo real a las dos dimensiones del plano pictórico. Esto es posible gracias a la capacidad de la materia pictórica de semejar, bidimensionalmente, las gradaciones tonales que la luz genera tanto en los objetos como en el espacio mismo del mundo que percibimos.
De acuerdo a los principios ópticos y fisiológicos de la percepción visual, la retina está compuesta de miles de células receptoras sensibles a la luz llamadas bastones y conos. Los conos son sensibles a las variaciones de frecuencia de los rayos de luz que producen la sensación del color, mientras que los bastones son sólo sensibles a las variaciones en la cantidad de luz que reciben, es decir, son sensibles sólo a las variaciones tonales. El tono es, entonces, luz. El tono es la cantidad de luz reflejada por los objetos sobre nuestra visión. Tanto la dirección como la cantidad de luz que un objeto recibe determinan la dirección y cantidad de luz que dicho objeto refleja, lo que a su vez determina las variaciones tonales que vemos en la superficie del mismo y que permiten nuestra percepción de su volúmen y su tridimensionalidad. Todo objeto tiene una mayor o menor capacidad de reflejar la luz que incide sobre él, y esto depende de la constitución molecular de su superficie y de cómo ésta absorbe o refleja la luz que lo ilumina. Así mismo, el tono pictórico es la cantidad de luz que determinada materia pictórica es capaz de reflejar, por lo que las variaciones tonales de dicha materia sobre la superficie pictórica son capaces de emular o similar las correspondientes variaciones tonales que la luz produce sobre un objeto. Siendo la luz el fenómeno que permite nuestra percepción visual del mundo real y de los objetos que éste contiene, y siendo el tono la cantidad de luz o claridad que la materia pictórica contiene, es posible ver, entonces, que las variaciones tonales de la materia pictórica sean capaces de representar, bidimensionalmente, las variaciones tonales que la luz produce sobre los objetos de la realidad. En su obra “El arte del color”, Johannes Itten dice que la gama intermedia entre el blanco (la luz) y el negro (la oscuridad) es infinita, formando una escala continua entre ellos. Este es el principio básico de la gradación tonal en la pintura.
Debo aclarar que no es el valor tonal en sí mismo sino la gradación de diferentes tonos consecutivos lo que permite la representación del volumen en la pintura, es decir, una forma con un solo tono determinado se ve plana, puesto que la cantidad de luz que refleja es uniforme en todas sus partes, mientras que la variación de diferentes tonos consecutivos dentro de una misma figura permitirá sugerir el volumen de la misma. El valor tonal es propiamente una característica del color de la materia pictórica, por lo que éste será tratado nuevamente en la sección correspondiente a las características físicas o materiales de la forma pictórica.
Por último, se puede decir, con respecto a las propiedades miméticas de la figura, que es la gradación tonal y no el color lo que determina la objetividad visual de la representación figurativa realista.
Dicho de otra manera, es la capacidad de simular los cambios de luz sobre los objetos lo que permite a la forma pictórica representar el volúmen y tridimensionalidad de los mismos. El color es, formalmente hablando, sólo secundario o accidental, pues, por sí mismo, no proporciona la información referente a la dirección o a la cantidad de luz que un objeto refleja, lo cual, como se ha visto, es lo que permite la captación de la forma y el volúmen de un objeto real. Aún cuando existen determinados colores que “corresponden” objetivamente a ciertos objetos o fenómenos de la experiencia, la diversidad de matices que un mismo objeto puede tener nos habla de la subjetividad del color en la representación de volúmen y profundidad de las formas reales. Tomemos el ejemplo de la fotografía en blanco y negro. Nos hemos acostumbrado a “leer” o percibir tales imágenes como representaciones objetivas de la realidad, aún cuando no nos proporcionen información de los colores de los objetos que representan. Esto sucede porque dichas imágenes son capaces de presentarnos información referente a los volúmenes y a las formas tridimensionales de tales objetos. Lo que trato de establecer aquí es la función que la gradación tonal tiene en la representación pictórica objetiva, aunque ciertamente una pintura será más capaz de remitirnos a la realidad si involucra también al color como referente específico de la misma.

PROGRAMA PINTURA ALTERNATIVA '10

Profesor: Alberto Ibáñez Cerda
Horario: Jueves de 11:00 am a 2:00 pm

Objetivos:

- Analizar la función representativa de la pintura y sus condiciones de posibilidad con el fin de comprender la naturaleza y los principios de la construcción de la imagen pictórica y sus diferentes lenguajes.
- Aplicar y desarrollar los conceptos teóricos analizados en ejercicios y obras acabadas, aplicando diversas técnicas y métodos para su elaboración.

1.- Las funciones de la pintura:

1.1- Presentación
1.2- Representación

2.- Las condiciones de posibilidad de la pintura figurativa:
2.1- La perspectiva
2.2- La gradación tonal

3.- Construcción de la imagen figurativa:
3.1.- De arriba a abajo
3.2.- De atras hacia adelante
3.3.- De oscuro a claro
3.4.- De lo general a lo particular

Metodología:El curso iniciará con el análisis teórico de los conceptos planteados para su posterior aplicación práctica en ejercicios y proyectos pictóricos mediante la aplicación de diversas técnicas y recursos pictóricos.

Recursos didácticos:El curso se apoyará en la revisión de diversos artistas y su obra con el fin de enriquecer las referencias históricas y ampliar las posibilidades prácticas de los temas tratados.

Evaluación: 10% asistencia, 10% análisis y reportes de lecturas, 80% producción de obra figurativa. Se realizará una evaluación parcial de la producción a mitad del curso y otra al final del semestre.

Bibliografía:

- González Flores, LauraFotografía y pintura ¿Dos medios diferentes?, Gustavo Gili,Barcelona, 2005.
- Grosenik, Uta & Riemschneider, Burkhard, Art now, Arte y artistas a principios del nuevo milenio, Taschen,Colonia, 2005.
- VariosVitamin P, New perspectivas in painting, Phaidon, London, 2002.

Revistas:

- Art Forum
- Art News
- Art in America
- Art Nexus

miércoles, 26 de agosto de 2009

FORMALISMO

(Key writers in Art in the XX century)


- Clive Bell (1881-1964)

La teoría formalista es independiente de cualquier temática representacional, contenido político, expresión emocional o contexto social.

La forma significativa: surge de la observación de las relaciones entre el color, las formas, líneas, texturas, etc. Es la cualidad superior que surge de la combinación de las cualidades puramente formales de la pintura del mismo modo que la armonía musical surge de la combinación y relación de 2 o más notas musicales. La forma significativa es discernida inmediata e intuitivamente a través de la concentración en la relación entre los elementos formales.


- R. G. Collingwood (1889-1943)

“La expresión es una actividad para la que no hay técnica”.
La teoría técnica del arte se entiende más como una artesanía u oficio que implica la planeación y ejecución de una forma o imagen. El artesano sabe de antemano lo que quiere hacer. El artista no necesita tener un plan definido de lo que quiere hacer. Esto no elimina la técnica, simplemente determina que la técnica, entendida como método para llegar a un fin predeterminado no puede ser la esencia del arte. La expresión en el arte no puede partir de un plan predeterminado. Se empieza con una sensación indefinida que debe servir como una guía para la expresión. Hasta que no se expresa esa sensación, uno no sabe qué emoción es.
Expresarse consiste en encontrar eso que uno siente, en vez de saber de antemano lo que uno siente y después expresar ese sentimiento. La expresión de una sensación o emoción es su transformación desde un estado inicial de confusión e indefinición a una clarificación formal. Esto no significa que el proceso sea totalmente espontáneo, aleatorio o al azar. Es un proceso dirigido a un fin aún no determinado completamente. Se va definiendo, modificando, probando alternativas, haciendo elecciones hasta que uno vislumbra la solución final.
Al expresarse uno encuentra aquello que uno quería expresar y, al mismo tiempo, se encuentran y descubren la naturaleza, las posibilidades y los límites del medio en que se trabaja. Esto puede llevarnos a descubrir efectos y resultados interesantes e inesperados. El fin u objetivo de la expresión es el autoconocimiento.


- Clement Greenberg (1909-1994)

La pintura debe evidenciar la planez (flatness) del soporte pictórico, que es el elemento formal esencial de la pintura.
La pintura debe ser un proceso de autocrítica para conocer y fortalecer sus posibilidades formales y plásticas. La pintura no debe ser retórica ni representativa, debe eliminar la ilusión del espacio tridimensional.


- Suzanne K. Langer (1895-1985)

Forma es una estructura relacional compleja, un todo resultante de la relación de factores mutuamente dependientes, como la interacción entre colores, líneas, superficies, luces y sombras. Una obra es una forma perceptible que expresa la naturaleza del sentimiento humano: los ritmos y conexiones, crisis y rompimientos, la complejidad y riqueza de la vida interior del hombre. Aunque pareciera que percibimos los sentimientos en la obra, ésta no contiene sentimientos, sino que los hace aparentes para que nos reflejemos en ellos y los entendamos.
Las formas y colores, las líneas y masas se “ven” como emociones, como tensiones vitales. Las formas artísticas se corresponden con las formas dinámicas de nuestra vida sensitiva, mental y emocional.

miércoles, 27 de agosto de 2008

La pintura modernista

La Modernidad como crítica y el cambio en la Pintura.
Laura González Flores (Fotografía y Pintura ¿Dos medios diferentes?)
Ed. Gustavo Gili, Barcelona, 2005.

No es hasta fines del siglo XIX cuando puede hablarse de un auténtico “arte moderno”. La palabra “moderno” deriva de “modo”, lo que está de paso. La idea de transformación continua por la irrupción de lo nuevo será, pues, una noción inherente a lo moderno. La esencia de lo moderno se verá inevitablemente asociada a una dinámica de transgresión y avance. Tal dinámica marcará la producción cultural de mediados del siglo XIX, cuando parecerán aclararse los fenómenos de transformación del arte, que comenzará entonces a llamarse moderno.
La modernidad fundamenta su proceso de conciencia en la doble estrategia de observar, por un lado, y de reflexionar, por el otro. Ambas actividades son los ejes básicos de la crítica. La crítica ejercida sobre los límites y los medios de cada disciplina se convertirá en la estrategia moderna por excelencia. Criticar desde dentro es utilizar los procedimientos y la metodología misma del medio que se está criticando. En el medio del arte, será la pintura la que encabece la renovación conceptual hacia lo moderno. Es en esta disciplina donde comenzará a generarse la necesidad de una conciencia crítica sobre la especificidad del medio. La preocupación de la pintura moderna será redefinirse a partir de aquello que es esencial y específicamente pictórico. Asociada a la idea de “lo esencial” encontramos la idea de la “pureza” del medio. Clement Greenberg habla de utilizar “pintura” para llamar la atención sobre “la Pintura”. Según la visión moderna, la pureza de la pintura implica no sólo la posibilidad de que ésta encuentre unos estándares de calidad propios, sino una verdadera autonomía: es en la utilización de sus recursos específicos donde la pintura encontrará su verdadera razón, aquello que la justifica y valida en sí misma como medio independiente. Los verdaderos problemas de la pintura moderna serán aquellos que, alejándose de la representación y de la ilusión de espacio producida por la perspectiva, tratan los problemas de color, línea, composición y volumen. Estos elementos relativos a la visualidad pura de la pintura serán considerados por los pintores modernos como punto de partida para su experimentación plástica.
Esta autonomía de las corrientes modernas puede entenderse como una mera estrategia circular en torno a la forma. De aquí que la mayor parte de los teóricos contemporáneos y posteriores a la pintura moderna atribuyan a ésta un carácter formalista. Greenberg se niega a entenderla y asociarla a un mero formalismo. Por eso establece una diferencia entre contenido y tema. Contenido es el significado, mientras que el tema es lo representado. Aunque la pintura moderna se aleja de la representación, sí posee, en cambo, significado. El significado será la “calidad” entendida como efecto pictórico. El tema no existe en un sentido convencional, pues equivale a la conciencia que la Pintura tiene de lo pictórico, es decir, de su lenguaje: de sus convenciones, de sus hábitos culturales, de sus técnicas, de su metodología tradicional. El nuevo “tema” de la pintura moderna ha de provenir de un nuevo consenso con la forma. Pero para Greenberg, la forma es simplemente el medio a través del cual se traduce el efecto pictórico o contenido: la calidad o valor estético se origina en el “contenido”, no en la”forma”, la forma no sólo abre paso a la inspiración, también actúa como medio de ésta.
De todos los elementos con que puede definirse la esencia del lenguaje pictórico –soporte, forma, color, etc.- Greenberg escoge lo plano del soporte como elemento realmente fundamental. Para él, lo plano es lo único básico y específico a la Pintura, y el único elemento que verdaderamente representa su esencia. Lo que constituía una desventaja para los maestros antiguos -el intento de preservar y, al mismo tiempo, trascender lo plano del soporte para representar el espacio- se transforma en un factor positivo en la estrategia moderna. Según Greenberg, esto induce a la pintura a definirse como tal, es decir, como “pintura” y no como un cuadro o representación.
Aún así, lo plano de la pintura moderna nunca es una mera calidad plana; mientras que los pintores clásicos construían en el plano una ilusión de un espacio “físicamente” transitable por el espectador, los modernos crean una ilusión que sólo se transita ópticamente.

miércoles, 13 de agosto de 2008

Programa

Pintura I / Técnicas mixtas

Profesor: Alberto Ibáñez Cerda
Horario: Jueves de 10 am a 1 pm

Objetivos:

- Analizar los principios básicos de la pintura (tanto figurativa como abstracta) para una mayor comprensión de sus posibilidades y aplicaciones.
- Aplicar y desarrollar diversas técnicas y lenguajes pictóricos en ejercicios y obras acabadas.

- Aprender los métodos de composición y el uso adecuado de diversos materiales.

- Complemento al programa: Conocer y desarrollar diversas estrategias formales y conceptuales (relación forma-idea) para la producción de imágenes.


Contenido:
1.- Las funciones de la pintura

1.1- Presentación
1.2- Representación
1.3- Forma
1.4- Idea o contenido
1.5- Intención: comunicación, reflexión, expresión

2.- Lenguajes pictóricos

2.1- Abstracción:expresionismo abstracto, geometrismo, matérica, etc.
2.2- Figuración: realismo, hiperrealismo, naturalismo, expresionismo
2.3- Bidimensionalidad y tridimensionalidad en la pintura

3.- Construcción de la imagen pictórica

3.1- Procesos abstractos y elementos de composición:

3.1.1- Peso visual, ejes de simetría, coordenadas cartesianas y puntos de atención

3.2- Figuración: modelos naturales e imágenes bidimensionales:

3.2.1- Arriba-abajo, atrás- adelante, general-particular


Metodología:
El curso iniciará con el análisis teórico de los conceptos planteados para su posterior aplicación práctica en ejercicios y proyectos pictóricos, mediante la aplicación de diversas técnicas y recursos pictóricos.

Recursos didácticos:
El curso se apoyará en la revisión de diversos artistas y su obra con el fin de enriquecer las referencias históricas y ampliar las posibilidades prácticas de los temas tratados.

Evaluación:
20% asistencia
40% producción de obra abstracta
40% producción de obra figurativa

Se realizará una evaluación parcial de la producción a mitad del curso y otra
al final del semestre.

Bibliografía:

- González Flores, Laura
Fotografía y pintura ¿Dos medios diferentes?, Gustavo Gili,
Barcelona, 2005.

- Grosenik, Uta & Riemschneider, Burkhard
Art now, Arte y artistas a principios del nuevo milenio, Taschen,
Colonia, 2005.

- Varios
Vitamin P, New perspectivas in painting, Phaidon, London, 2002.

La forma pictórica

La forma como rasgo esencial de la pintura
En filosofía, todo aquello que es o existe tiene un principio de individuación que lo determina. Es decir, tiene un fundamento o causa que determina lo que es y cómo es. Todo aquello que existe físicamente está constituido de forma y materia, por lo que su principio individuante puede ser cualquiera de estas dos propiedades. La pintura, o mejor dicho, todas las pinturas o cualquier pintura que percibimos y conocemos tienen existencia física concreta, tienen forma y materia. Es entonces conveniente establecer primeramente cuál de estos dos principios es el principio individuante de la pintura, cual es el rasgo esencial que la determina.
Considerada como la esencia primera de las cosas, en sí misma, la materia no es más que una mera aptitud en espera de una futura determinación, pues no puede ser concebida en su absoluta indeterminación, es decir, fuera de o ajena a determinación formal alguna. Esta materia primera tiene pertinencia sólo metafísicamente, pues en la experiencia fenoménica no existe tal cosa como la absoluta indeterminación de la misma. La materia pura es impensable, no puede ser racionalmente aprehendida, mientras que la forma pura sí puede ser concebida mentalmente. Por lo tanto, toda materia conlleva un cierto grado y un cierto tipo de determinación formal. En la pintura, así como en todo ente físicamente existente, aún la más aparentemente indefinida cantidad de materia tiene e implica una cierta forma, por muy indeterminada que ésta parezca. El que un objeto sea irregular e indefinido en su configuración o estructura y no parezca remitirnos a algo conocido o significativo, no implica que tal objeto no tenga una forma; sólo sucede que tiene una forma indeterminada a nuestros esquemas cognitivos y significativos.
Se puede decir entonces que la forma es la causa de aquello que existe. La forma es aquello con base en lo cual una cosa es propiamente aquello que es. Al determinar a la materia a ser una cosa que es, a existir, la forma separa y delimita a esa cosa de lo que no existe, así como también la separa y delimita de las demás cosas existentes ajenas a ella misma, es decir, la individualiza, le da una identidad propia.
La materia pictórica inerte no es aún pintura. Es, desde un punto de vista sofístico (o conceptual), ciertamente pintura, pero sólo en tanto argumentamos que a cualquier pigmento o materia pictórica le podemos llamar pintura. Esta materia deviene en el objeto que llamamos propiamente una pintura sólo en el momento que es determinada por el acto mismo de manipularla y/o aplicarla sobre una superficie. Aún cuando la materia pictórica está en su estado latente ya físicamente determinada por una forma (la del recipiente que la contiene), se puede decir que esta forma es, en todo caso, puramente circunstancial y ajena al fenómeno propiamente llamado pintura.
Es por lo tanto la forma lo que determina no sólo a la materia pictórica, sino a la pintura misma a ser lo que es. Es la forma pictórica el principio individuante y la esencia misma de la pintura, y la materia vendrá a ser un elemento constitutivo de (y subordinado a) aquella.
Es pertinente de cualquier manera considerar el argumento contrario que postularía a la materia como el rasgo esencial de la pintura, como la causa y esencia de la misma pues, después de todo, la forma, aún cuando puede ser concebida mentalmente sin necesidad de la materia, requiere forzosamente de ésta para manifestarse física y sensiblemente. En todo caso, debemos conceder el hecho real de que en la pintura así como en todo objeto físico en general, forma y materia son ambos elementos imprescindibles para la existencia de los mismos por lo que, visto así, ambos son entonces, y en un mismo nivel de importancia, los rasgos esenciales constitutivos de la pintura. El que privilegie a la forma sobre la materia obedece más que nada al hecho de que, como se verá posteriormente, la forma me permite un desarrollo metódico más específico y pertinente a los objetivos del presente trabajo.


Definición de la forma pictórica

Es ahora necesario revisar el concepto de forma desde diversas perspectivas con el fin de tener una más completa comprehensión del tema para su mejor definición, por lo que procederé a comentar algunos otros aspectos filosóficos y psicológicos antes de pasar a los aspectos propiamente artísticos de la misma. Sin embargo, consideraré sólo aquellos aspectos que son directamente pertinentes a los objetivos de este trabajo.
El concepto de forma es tal vez uno de los más complejos, versátiles y ambiguos que el entendimiento humano conoce. Aparentemente no existe una sola definición que pueda abarcar satisfactoriamente sus múltiples facetas y personificaciones, por lo que siempre se ha hecho necesario, como en este caso, establecer los parámetros y límites específicos de lo que el concepto de forma significa e implica para cada una de las disciplinas que lo consideran.
Visto de la manera más amplia y general posible, el término forma ha llegado a ser entendido como aquello que es susceptible de abarcar cualquier contenido, sea éste físico o mental. El tipo de contenido de la forma que aquí será considerado es el físico o material, es decir, este análisis de la forma pictórica está interesado primordialmente en su contenido formal y no en su contenido significativo, el cual es material propio de otro tipo de estudios. También se debe considerar el hecho de que, siendo éste un análisis fenomenológico, es pertinente y permisible separar la forma del contenido para su mejor análisis, es decir, se aplica aquí una reducción fenomenológica.
Aunque tanto Arnheim como Gombrich han insistido en que toda forma es significativa, y que ya en el momento en que percibimos llevamos a cabo complejos procesos mentales de clasificación, generalización, comparación e interpretación de las formas que se nos presentan, considero, sin embargo, necesario y válido el separar la forma pictórica de sus posibles significaciones subjetivas, en pos de un mejor y más claro entendimiento de su naturaleza puramente fenoménica. Por el hecho mismo de que es factible que la forma más indefinida signifique algo para alguien, o que una misma forma signifique cosas diferentes para personas diferentes, se requieren estudios diferentes para necesidades diferentes. Por esto, el sentido más general (si no el único) en que se entenderá aquí el concepto de significación de la forma pictórica es en su sentido icónico de representación, es decir, en el de una forma o imagen que está en lugar de otra, independientemente de las múltiples y más profundas significaciones conceptuales, emocionales, espirituales, etc., que dicha forma pueda tener.
Otra definición comúnmente encontrada que puede aplicarse al tema aquí tratado es la que presenta a la forma como la “figura exterior de los objetos”. Como en muchos otros casos, se presenta aquí el término figura como sinónimo o sustituto de forma. En filosofía se ha tratado de establecer una distinción entre estos ambiguos términos, separando entre figura externa y figura interna de una cosa, siendo ésta última lo que se debe entender como su esencia o idea (el eidos platónico), y el término figura se corresponderá con su figura externa. Visto así, el concepto de forma nos lleva al concepto de sustancia, de esencia, de los rasgos o notas esenciales de una cosa o entidad. A pesar de la pertinencia de esta concepción de forma como los rasgos esenciales de una cosa, se debe considerar que tal equiparación entre forma y sustancia es un tanto relativa y circunstancial, pues basta recordar que el concepto de materia es también emparejado con el de sustancia, lo que impide o dificulta la correcta definición de estos conceptos. Por lo tanto, el concepto de sustancia será tomado aquí como sinónimo de materia y no como sinónimo de forma, mientras que el concepto de figura, en tanto que “figura externa” de una cosa, sólo será considerado como un tipo particular de forma.
Rudolph Arnheim, en su libro “El pensamiento visual”, define a la forma como “los rasgos estructurales que se encuentran en el material estimulante”, y postula que la percepción consiste en imponer al material estimulante “patrones de forma” a los que llama “conceptos visuales” o “categorías visuales”, de tal manera que un objeto es percibido en tanto se le adecua a una forma dada “a priori” que posee una configuración compatible con aquél. Es la “Ley básica de la percepción visual” de la Gestalt: “todo patrón estimulante tiende a verse de modo tal que la estructura resultante sea tan simple como lo permitan las condiciones dadas”. Aún cuando estas formas se refieren específicamente a las formas de objetos reales tridimensionales y no a las formas propiamente pictóricas, parece ser (de acuerdo al mismo Arnheim y de acuerdo con algunas ideas de Gombrich), que la manera en que percibimos las formas pictóricas referentes a la realidad es, si no idéntica, sí muy similar a la manera en que percibimos la realidad misma. De otra manera, no sería posible que las pinturas “realistas” puedan referirnos muy convincentemente a la realidad visual que percibimos (estas ideas serán revisadas y ampliadas posteriormente). Por otro lado, Arnheim complementa su definición de forma describiéndola como los límites de las masas o cuerpos tridimensionales, los cuales están a su vez delimitados por superficies bidimensionales, y éstas por bordes unidimensionales o líneas.
Esta definición nos introduce ya a la concepción de forma que aquí interesa, la forma como límite o delimitación de un espacio, volumen o superficie (ciertamente la forma pictórica debe ser considerada tanto bidimensional como tridimensionalmente dadas las posibilidades volumétricas de su materia).
Elementos fundamentales de la forma pictórica

Límites

El elemento constitutivo esencial de la forma pictórica, y en general de toda forma física, es la delimitación, determinación o definición de una superficie, volumen o espacio. Como se vio anteriormente, la forma es la determinación de toda existencia física pues, al determinar a la materia a ser una cosa, la forma separa y delimita a esa cosa de lo que no existe, asi como también la separa y delimita de las demás cosas existentes ajenas a ella misma, es decir, la individualiza, le da una identidad propia. Toda forma es, en esencia, delimitación y determinación. No existe forma sin límites. Dicho a manera de definición esencial: toda forma es la delimitación de un espacio, volumen o superficie. Límite es el fin de algo, donde una forma acaba, o hasta donde una forma llega. Límite es el punto o los puntos en el espacio o en una superficie que determinan a las cosas. Se han utilizado diversos términos para describir los límites de la forma, para describir la “forma” de la forma: figura, contorno, patrón, silueta, configuración, etc., son palabras todas que comprehenden el concepto esencial de delimitación. De hecho, son los límites o configuración el rasgo mínimo necesario para concebir mentalmente una forma. No podemos pensar una forma sin límites, sin una configuración de puntos en el espacio, aunque sí sin un tamaño o extensión específicos, pues no es necesario determinar el tamaño específico de una forma para poderla concebir mentalmente.
Además de la idea de extensión, la concepción de los límites de la forma como una configuración de puntos en el espacio nos permite vislumbrar y derivar otra de sus características: su textura. La textura no es otra cosa que lo que percibimos como las variaciones (o la falta de éstas) en la ubicación de dichos puntos en el espacio, aunque tanto ésta como la extensión son características que pertenecen al segundo elemento esencial de la forma: su materia.


Materia

Si requerimos sólo de la delimitación o configuración de una forma para concebirla mentalmente, requerimos necesariamente de la materia para su manifestación física y sensible, y es dicha materia la que nos proporciona los parámetros específicos para determinar su extensión y textura. Aún al proyectar o trazar sobre papel el diseño de una forma que después se piensa producir o construir tridimensionalmente, los trazos de lápiz o tinta son ya una materialización de dicha forma, y es a partir de dicha materialización que el concepto de extensión cobra su cabal sentido. Debe también considerarse que la principal cualidad de la materia, tanto filosófica como físicamente, es la de ser extensa, por eso la cualidad de extensión le corresponde directamente a la materia más que a la forma.

Elementos secundarios de la forma pictórica

Existen otros elementos de la forma que son secundarios e indirectos a ésta, pues provienen más bien de su materia. La forma pictórica puede tener extensión, color, densidad y textura, pero estas cualidades pertenecen directamente a la materia y no a la forma. Estos elementos secundarios entran en juego a partir de la aplicación de materia a una forma específica y la singularizan, por lo que se puede decir nuevamente que, en determinados casos, es la materia la que determina a la forma, que en la aplicación de materia pictórica a una superficie se constituye la forma. De cualquier manera, hemos visto anteriormente que se puede concebir mentalmente una forma sin considerar su materia, sólo sus límites, mientras que es imposible pensar la materia sin una forma específica, por muy indeterminada o indefinida que ésta sea.
El hecho de considerar al color como un elemento secundario de la forma pictórica no debe tomarse en un sentido discriminatorio de su función significativa. Es decir, el color es, físicamente, un elemento secundario tan sólo en tanto que es parte constitutiva de la materia y no de la forma, independientemente de la importancia y significación primordial que pueda tener en la pintura como elemento estético. Dicho de otra manera, el color, como elemento físico de la pintura, es secundario a la forma, pues depende física, química y psicológicamente de la materia que constituye a ésta, aún cuando estética y significativamente pueda ser un elemento fundamental de aquella. Este análisis del color de ninguna manera demerita su papel como elemento primordial de la expresión pictórica, sino solamente intenta determinar su lugar lógico, físico y formal entre los elementos de la pintura.