viernes, 8 de enero de 2010

LAS FUNCIONES DE LA PINTURA


Las nociones convencionales

Normalmente se considera que toda pintura figurativa representa singulares en cuanto que lo que percibimos en ella son formas singulares que refieren a objetos también singulares, por lo que convencionalmente se considera que dicha pintura es concreta. Esta noción proviene de la concepción filosófica de que lo concreto es lo individual y lo singular, mientras que lo abstracto se identifica con lo general y lo universal. Así mismo, lo concreto se refiere comúnmente a lo real, a lo físicamente sensible por lo que, en tanto que la pintura mimética representa lo “real” y lo físico, se dice que ésta es concreta. De la misma manera, la pintura no figurativa se considera abstracta en cuanto que no refiere a las cosas “concretas” de la realidad física, y en cuanto que refiere a ideas mentales, generales y universales, es decir, a conceptos.
Estas nociones de lo concreto y lo abstracto parecen estar fuertemente arraigadas en nuestra concepción de lo que la pintura es, aunque tales nociones parecen tener una antítesis si consideramos el siguiente argumento psicológico y fenomenológico.


Presentación y representación

Se dice tradicionalmente que la función principal de la pintura es (o ha sido mayormente) la de representar objetos, ideas, conceptos, etc., pero para representar algo, la pintura primero necesita presentarse a sí misma, es decir, ponerse como objeto de percepción frente a un sujeto. Este presentarse a sí misma, este hacerse presente, puede entenderse también como la presentación de sus cualidades o características físicas que la constituyen en un objeto de percepción. Tales características serán las características físicas de la materia pictórica anteriormente analizadas, así como también las características físicas del sustrato o superficie que las soporta.
Se puede decir entonces que la pintura no sólo representa sino que también presenta, y que incluso antes de representar presenta, es decir, para poder representar algo, la pintura tiene primero que presentarse así misma como pintura, como objeto de percepción. Toda pintura, sea figurativa o “abstracta” presenta antes de representar, y lo que presenta son las cualidades o características de su constitución física objetual, y lo hace de una manera concreta y singular a la percepción, es decir, la pintura se nos presenta como una cosa concreta en cuanto que es un objeto físicamente sensible. Por lo tanto, se puede decir que la pintura abocada principalmente a exhibir sus cualidades físicas de forma, color, textura, etc., podrá llamarse concreta, y tal es el caso de la pintura comúnmente llamada abstracta o no figurativa. Es decir, la pintura “abstracta” es propiamente concreta en tanto que nos presenta concretamente sus cualidades físicas y formales principalmente (Jackson Pollock llamaba a sus pinturas “acciones concretas”).
Por otro lado, hemos visto que tendemos a considerar a la pintura figurativa como concreta en tanto que representa las cosas “concretas” de la realidad, en tanto que representa lo “real” y lo físico. Sin embargo, la pintura figurativa es concreta sólo en la medida en que presenta y no en tanto que representa, es decir, es concreta sólo en cuanto que es vista primero como pintura, como objeto pictórico y no como representación de otros objetos físicos. Así mismo, esta pintura, tomada como representación y como imagen visual de objetos y no como objeto pictórico, lleva implícita una función sintetizadora, puesto que toda representación visual requiere de la abstracción como proceso de síntesis, tanto en los procesos de percepción de los objetos que representa como en los procesos de producción de la misma. Esto debe entenderse en el sentido de que toda imagen visual no presenta de una manera propiamente física y concreta los objetos considerados en ella, sino que los re-presenta de una manera puramente visual y, por lo tanto, desprovistos de sus características físicas reales de tridimensionalidad y materialidad, lo que implica, finalmente, varios procesos de abstracción. Es decir, la representación visual de objetos físicos requiere de la traducción y síntesis de su tridimensionalidad y materialidad a la bidimensionalidad del plano pictórico. Visto así, se puede decir que la pintura figurativa o representativa es propiamente abstracta.

Tenemos entonces que, dependiendo de los argumentos utilizados, podemos postular que la pintura figurativa es concreta y la no-figurativa es abstracta tanto como podemos postular que la pintura figurativa es abstracta y la no-figurativa es concreta. Tal es la antinomia o contradicción de la pintura, es decir, podemos postular dos tesis diametralmente opuestas que, sin embargo, resultan ambas ser aparentemente válidas. De manera similar a como Kant propone que el problema de las antinomias de la razón proviene de considerar al espacio y el tiempo como “cosas en sí”, este problema de contradicción entre lo concreto y lo abstracto en la pintura se puede resolver de la siguiente manera.
Parece que la convención tradicional de que la pintura figurativa es concreta y la no-figurativa es abstracta proviene de considerar que los objetos que la primera representa son tan reales (por lo menos a nuestra percepción visual) como los objetos físicos mismos, es decir, que tomamos a los objetos pintados como “cosas en sí”, y por eso los consideramos tan concretos como los objetos reales. Así mismo, la pintura que no representa a los objetos concretos de la realidad tendría que ser, por oposición, forzosamente abstracta, y los contenidos o ideas que representa serían por lo tanto generales y universales, a diferencia de los objetos singulares de la pintura figurativa.
Por lo tanto, si dejamos de considerar a los objetos pintados como reales, es decir, como “cosas en sí”, dejamos también de considerarlos como concretos (en tanto objetos “reales”), y podemos ver más fácilmente que los procesos perceptivos de los objetos verdaderamente reales y los procesos de construcción de las imágenes que los representan implican ciertamente diversos procesos de abstracción. Si también comenzamos a considerar las características de la pintura como físicamente reales y presentes, podemos entonces entender que tales características son ciertamente concretas, así como lo es la pintura que se aboca a exhibirlas, es decir, la pintura no-figurativa.


Lo concreto

Hemos visto que si atendemos a la idea de que lo que toda pintura presenta son sus cualidades y características físicas de materia, color, textura, etc., podemos decir entonces que la pintura abocada principalmente a exhibir y presentar tales cualidades es propiamente concreta, en tanto que lo concreto es aquello que es en su realidad completa y actual. Es decir, la pintura no figurativa, comúnmente llamada abstracta, es realmente concreta en cuanto que consiste principalmente en presentar su realidad material físicamente completa tanto como su realidad temporal actual, pues nuestra percepción de tal realidad física lo es en un tiempo presente o actual. Por el contrario, la pintura figurativa no nos presenta la realidad física y fenoménica completa de los objetos que representa, pues de ninguna manera nos puede presentar la constitución física, material y espacial de los mismos. Tampoco nos muestra la realidad actual de ellos, puesto que sólo nos muestra la re-presentación de los mismos en tanto que dichos objetos no están físicamente presentes en ella. Dicho de otra manera, la pintura figurativa sólo nos muestra representaciones de objetos como son, han sido o serán, pero no puede presentarnos los objetos en su realidad física actual y presente; no podemos percibir la actualidad (en estricto tiempo presente) de los objetos representados, pues no están ellos presentes frente a nosotros en la pintura que los representa. Por otro lado, precisamente porque la pintura no figurativa no depende de su referencia a objetos de la realidad física (o de cualquier otra realidad), se puede decir que tiene su principio de individuación en su materialidad física y no en las formas de objetos a representar; existe y se individualiza por sí misma (en tanto objeto pictórico y en tanto materia aplicada a una superficie), por sus cualidades físicas concretas. Así mismo, la pintura figurativa tiene como principio de individuación a las formas o figuras de los objetos que representa. Dicho de otra manera, el principio individuante de la pintura figurativa es la figura (y su capacidad de semejanza) e implica la abstracción; el principio individuante de la pintura no figurativa es la mancha (y sus cualidades físicas) e implica lo concreto. La figura es abstracta en tanto que representa formas abstraídas de la realidad física; la mancha es concreta en tanto que presenta sus propias cualidades físicas reales.


Lo abstracto

El concepto abstraer en lógica consiste en “extraer” propiedades comunes a partir de un conjunto de casos particulares. De ahí que abstracción se defina tradicionalmente como la suma de las propiedades que una serie de objetos tiene en común. Es decir, una abstracción es un concepto en tanto resultado de una generalización de propiedades a partir de singulares. Se entiende pues la abstracción como un concepto fruto de una generalización. En su libro “El pensamiento visual”, Rudolph Arnheim dice que estas nociones de la abstracción son, sino erróneas, por lo menos sí muy limitantes. Por un lado, en su sentido lógico o literal, la abstracción es negativa, pues se refiere a una extracción; abstrahere significa, activamente, quitar algo de alguna parte; pasivamente, ser apartado de algo. Arnheim objeta esta definición de la abstracción o lo abstracto porque dice que esta noción negativa ha dado lugar a la concepción errónea de que lo abstracto, como construcción mental, debe aislarse de toda relación perceptual y sensitiva. También objeta la noción de que la abstracción es consecuencia de un proceso previo de generalización, pues se le hace difícil imaginar cómo la mente puede generalizar a partir únicamente de particulares, por la lentitud y complejidad que tal operación implicaría si tuviéramos que discernir lo común que cada cosa tiene con las demás pues “no hay dos cosas en este mundo que no tengan nada en común, y la mayor parte de ellas tienen mucho en común”. Para él, un concepto abstracto no es fruto de la generalización sino un prerrequisito necesario a ésta, y la percepción no es el requisito de casos particulares, sino que la captación abstracta de los rasgos esenciales constituye el principio y la base de la percepción; para que se pueda generalizar se deben captar las características que servirán para ubicar los objetos bajo una categoría específica. La abstracción es entonces la base de la generalización y, aún más, de la percepción misma.
De esto se puede aventurar una definición preliminar de la abstracción como el proceso primario fundamental de la percepción y la generalización, en tanto que captación de los rasgos esenciales y genéricos del objeto para su conceptualización. Aún así, la concepción Arnheimniana de abstracción es mucho más extensa y compleja, y se puede decir que la tesis principal de su obra mencionada es la de demostrar cómo la abstracción está presente en todos los niveles de la percepción visual como un “proceso mental inteligente”.

Tratando de ir pues un poco más allá con Arnheim en la búsqueda de lo abstracto, resulta que existe lo que él llama “la abstracción de la forma”. Es la misma idea de la captación de los rasgos esenciales de un objeto, pero llevada al ámbito más específico de la captación de sus rasgos estructurales, de su forma.
Cuando percibimos un objeto desde diversos ángulos de vista, captamos deformaciones proyectivas del mismo (la perspectiva) que alteran su forma “constante e invariable”, es decir, su forma real estructural y tridimensional. Aún cuando lo incompleto es una cualidad característica inherente a cualquier proyección o apariencia particular de un objeto, aprehendemos a tal objeto como un sólido completo y constante en todas sus posibles proyecciones o ángulos de observación. Esto sucede porque “abstraemos” dicha forma completa, constante e invariable del objeto a partir de sus diversas proyecciones espaciales deformadas, y porque consideramos tales apariencias como “secuencias legales” y válidas de un cambio gradual del objeto o, más bien, de nuestros diferentes puntos de vista. Es característica primordial de la percepción visual el abstraer las formas de los objetos de tal manera que, aunque su tridimensionalidad es percibida primeramente como una deformación proyectiva, ésta, no obstante, nos remite a su forma real completa y constante. Visto así, abstraer significa recuperar la forma tridimensional constante e invariable de un objeto a partir de (o a pesar de) las deformaciones proyectivas sufridas por éste en la vista.
Buscando otra línea de investigación sobre la abstracción en la percepción, se debe tener en cuenta que la imagen retínica (o retiniana) es bidimensional en tanto que la retina es una superficie cóncava y por lo tanto bidimensional, por lo que el objeto de la percepción no entra corporalmente en el ojo, es decir, no entra tridimensionalmente en el ojo. Esto implica una simplificación de la forma del objeto real tridimensional hacia la bidimensionalidad de la imagen retínica, pues el que la retina produzca una imagen fiel pero bidimensional del mundo exterior significa que necesariamente se lleva a cabo una “traducción” de la tridimensionalidad de éste a la bidimensionalidad de aquélla, tal como una proyección en una pantalla.
Si consideramos nuevamente la noción de abstracción como el extraer los rasgos esenciales de objetos, y consideramos que la percepción extrae del objeto físico lo que le es esencial, visualmente, para producir la imagen retínica bidimensional, se puede decir entonces que este proceso de traducir el objeto físico tridimensional a su imagen bidimensional es, también, un proceso de abstracción.
Si abstraer significa extraer los rasgos esenciales de objetos particulares, la producción de la imagen retínica, en tanto que implica la extracción de los rasgos esenciales de la forma de los objetos percibidos para su bidimensionalización es, entonces, un proceso de abstracción y, por lo tanto, la imagen retínica misma es una abstracción.
En vista de estos argumentos, la abstracción pertenece al ámbito o contexto de la pintura figurativa y no al de la no figurativa, pues los procesos de abstracción analizados se refieren a la percepción y/o representación de los objetos del mundo figurativo. Es decir, en la percepción y representación figurativa de los objetos del mundo fenoménico intervienen los procesos de abstracción antes mencionados, por lo que la pintura figurativa es propiamente abstracta.
Así mismo, la abstracción pictórica, entendida como la captación de los rasgos esenciales de un objeto, implica necesariamente, en todos sus procesos, la forma del objeto que representa, es decir, su figura. Por esta razón, la abstracción de un objeto o forma sólo puede ser llevado hasta el punto en que tal abstracción continúe considerando a la figura como referente de su objeto, por muy sintetizada que ésta esté. Dicho de otra manera, la abstracción como síntesis de un objeto sigue siendo figuración, pues el presentar pictóricamente los rasgos esenciales de un objeto implica el uso de la figura y de su semejanza con el objeto, por lo que la eliminación total de dicha semejanza o referencia al objeto no será la abstracción del mismo, sino su negación. Por eso la pintura verdaderamente abstracta es la que tiene siempre un mínimo nivel de figuración.
Una de las teorías que mejor explica la posible manera en que percibimos e interpretamos la profundidad y tridimensionalidad del espacio real es la de las variables de estímulo de Gibson, la cual incluyo aquí a partir de los comentarios que el ya citado Villafañe incluye en su teoría de la imagen. En la imagen retiniana existen dos tipos de variables de estímulo: las variables lumínicas de longitud de onda (color) y de intensidad (tono), y las variables de textura, que son producto de la relación de diversos puntos lumínicos entre sí, es decir, el gradiente. La hipótesis de Gibson consiste en que todos los estímulos físicos son codificados con base en estas variables de estímulo, las cuales determinan una exitación diferencial de los receptores retínicos de tal manera que las superficies y otros elementos visuales tienen representaciones retínicas específicas. Recojo dos de los ejemplos que Villafañe propone: La estimulación retinal discontinua propia de la percepción de contornos, la cual determina que para percibir un borde o contorno es necesario separar dos planos, es decir, se requieren áreas de energía discontinua o, lo que es lo mismo, de contraste lumínico; la variación de los gradientes texturales, mediante la cual una serie decreciente de elementos visuales o estímulos puede llegar a representar la distancia y la profundidad.
Parece ser pues, que lo que entra en juego a la hora de percibir visualmente la realidad física y traducirla a imágenes pictóricas, son diversos procesos de abstracción, por lo que, en todo caso, la pintura figurativa en general podría llamarse también pintura abstracta o abstracción.
Así mismo, lo que realmente entra en juego en la convencionalmente llamada pintura “abstracta” son procesos de manipulación y presentación concreta de las características físicas de la materia pictórica, por lo que esta pintura no figurativa es más concreta que abstracta.


“Una dicotomía nociva”

A pesar de la contundencia de los argumentos anteriores a favor de lo abstracto de la pintura figurativa y lo concreto de la pintura no figurativa, queda aún un aspecto a considerar sobre este tema. Arnheim dice que la dicotomía entre percepción y pensamiento se refleja en la costumbre de distinguir entre las cosas concretas y abstractas, y que el más “crudo error” es decir concreto por perceptible y abstracto a lo que no es accesible por los sentidos. Es también el mismo error llamar concreto a lo físico y abstracto a lo mental. La experiencia de ver una mesa, por ejemplo, no es ni más ni menos concreta que la de tener una imagen o una idea de la misma, y que todos los contenidos mentales son particulares, únicos y concretos aún cuando son también universales. Toda idea, concepto u objeto particular es concreto en sí mismo y se convierte en universal y es abstracto cuando es referido a una multitud de casos o cosas. Finalmente, la concreción es una propiedad de todas las cosas, físicas o mentales, y muchas de estas cosas pueden ser también abstractas, de tal manera que los términos de concreto y abstracto no son antónimos ni se excluyen uno al otro. De esto resultará que ninguna de las tesis antes analizadas será válida por sí misma pues, como acabamos de ver, lo concreto y lo abstracto no se excluyen mutuamente. Una manera de resolver este problema será admitir que la pintura puede ser al mismo tiempo concreta y abstracta, pero admitiendo también que, en todo caso, lo que sucede es que la tendencia de una pintura hacia lo concreto o lo abstracto depende finalmente de la función principal, entre presentar y representar, que dicha obra evidencie. Dicho de otra manera, una pintura será más concreta que abstracta cuando su función principal sea la de exhibir o presentar sus características físicas y sus cualidades puramente formales, aún cuando éstas puedan referir de una u otra manera a contenidos universales y abstractos. Una pintura será principalmente abstracta cuando su función primordial sea la de representar, mediante la figuración, los objetos y fenómenos de la realidad física, aún cuando también sea concreta por el simple hecho de ser en sí misma un objeto físicamente particular y concreto. Aún cuando lo concreto no es exclusivamente lo físico, el considerar que toda idea es tan concreta como cualquier objeto físico no elimina ni excluye el hecho de que lo físico sigue siendo también concreto, mientras que, como hemos visto, la percepción y representación del mundo implica necesariamente diversos procesos de abstracción. Siendo así, considerar la idea de lo concreto y lo abstracto como extremos de una escala de grados de las funciones de la pintura nos permite una guía de aproximación para su análisis. No pretendo con estas reflexiones cambiar las convenciones fuertemente establecidas en el arte de lo que la pintura abstracta o concreta son, sino sólo dirigir un poco de luz hacia un entendimiento más claro y objetivo de la naturaleza y las funciones de la pintura.

3 comentarios:

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