miércoles, 27 de agosto de 2008

La pintura modernista

La Modernidad como crítica y el cambio en la Pintura.
Laura González Flores (Fotografía y Pintura ¿Dos medios diferentes?)
Ed. Gustavo Gili, Barcelona, 2005.

No es hasta fines del siglo XIX cuando puede hablarse de un auténtico “arte moderno”. La palabra “moderno” deriva de “modo”, lo que está de paso. La idea de transformación continua por la irrupción de lo nuevo será, pues, una noción inherente a lo moderno. La esencia de lo moderno se verá inevitablemente asociada a una dinámica de transgresión y avance. Tal dinámica marcará la producción cultural de mediados del siglo XIX, cuando parecerán aclararse los fenómenos de transformación del arte, que comenzará entonces a llamarse moderno.
La modernidad fundamenta su proceso de conciencia en la doble estrategia de observar, por un lado, y de reflexionar, por el otro. Ambas actividades son los ejes básicos de la crítica. La crítica ejercida sobre los límites y los medios de cada disciplina se convertirá en la estrategia moderna por excelencia. Criticar desde dentro es utilizar los procedimientos y la metodología misma del medio que se está criticando. En el medio del arte, será la pintura la que encabece la renovación conceptual hacia lo moderno. Es en esta disciplina donde comenzará a generarse la necesidad de una conciencia crítica sobre la especificidad del medio. La preocupación de la pintura moderna será redefinirse a partir de aquello que es esencial y específicamente pictórico. Asociada a la idea de “lo esencial” encontramos la idea de la “pureza” del medio. Clement Greenberg habla de utilizar “pintura” para llamar la atención sobre “la Pintura”. Según la visión moderna, la pureza de la pintura implica no sólo la posibilidad de que ésta encuentre unos estándares de calidad propios, sino una verdadera autonomía: es en la utilización de sus recursos específicos donde la pintura encontrará su verdadera razón, aquello que la justifica y valida en sí misma como medio independiente. Los verdaderos problemas de la pintura moderna serán aquellos que, alejándose de la representación y de la ilusión de espacio producida por la perspectiva, tratan los problemas de color, línea, composición y volumen. Estos elementos relativos a la visualidad pura de la pintura serán considerados por los pintores modernos como punto de partida para su experimentación plástica.
Esta autonomía de las corrientes modernas puede entenderse como una mera estrategia circular en torno a la forma. De aquí que la mayor parte de los teóricos contemporáneos y posteriores a la pintura moderna atribuyan a ésta un carácter formalista. Greenberg se niega a entenderla y asociarla a un mero formalismo. Por eso establece una diferencia entre contenido y tema. Contenido es el significado, mientras que el tema es lo representado. Aunque la pintura moderna se aleja de la representación, sí posee, en cambo, significado. El significado será la “calidad” entendida como efecto pictórico. El tema no existe en un sentido convencional, pues equivale a la conciencia que la Pintura tiene de lo pictórico, es decir, de su lenguaje: de sus convenciones, de sus hábitos culturales, de sus técnicas, de su metodología tradicional. El nuevo “tema” de la pintura moderna ha de provenir de un nuevo consenso con la forma. Pero para Greenberg, la forma es simplemente el medio a través del cual se traduce el efecto pictórico o contenido: la calidad o valor estético se origina en el “contenido”, no en la”forma”, la forma no sólo abre paso a la inspiración, también actúa como medio de ésta.
De todos los elementos con que puede definirse la esencia del lenguaje pictórico –soporte, forma, color, etc.- Greenberg escoge lo plano del soporte como elemento realmente fundamental. Para él, lo plano es lo único básico y específico a la Pintura, y el único elemento que verdaderamente representa su esencia. Lo que constituía una desventaja para los maestros antiguos -el intento de preservar y, al mismo tiempo, trascender lo plano del soporte para representar el espacio- se transforma en un factor positivo en la estrategia moderna. Según Greenberg, esto induce a la pintura a definirse como tal, es decir, como “pintura” y no como un cuadro o representación.
Aún así, lo plano de la pintura moderna nunca es una mera calidad plana; mientras que los pintores clásicos construían en el plano una ilusión de un espacio “físicamente” transitable por el espectador, los modernos crean una ilusión que sólo se transita ópticamente.

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