La forma como rasgo esencial de la pintura
En filosofía, todo aquello que es o existe tiene un principio de individuación que lo determina. Es decir, tiene un fundamento o causa que determina lo que es y cómo es. Todo aquello que existe físicamente está constituido de forma y materia, por lo que su principio individuante puede ser cualquiera de estas dos propiedades. La pintura, o mejor dicho, todas las pinturas o cualquier pintura que percibimos y conocemos tienen existencia física concreta, tienen forma y materia. Es entonces conveniente establecer primeramente cuál de estos dos principios es el principio individuante de la pintura, cual es el rasgo esencial que la determina.
Considerada como la esencia primera de las cosas, en sí misma, la materia no es más que una mera aptitud en espera de una futura determinación, pues no puede ser concebida en su absoluta indeterminación, es decir, fuera de o ajena a determinación formal alguna. Esta materia primera tiene pertinencia sólo metafísicamente, pues en la experiencia fenoménica no existe tal cosa como la absoluta indeterminación de la misma. La materia pura es impensable, no puede ser racionalmente aprehendida, mientras que la forma pura sí puede ser concebida mentalmente. Por lo tanto, toda materia conlleva un cierto grado y un cierto tipo de determinación formal. En la pintura, así como en todo ente físicamente existente, aún la más aparentemente indefinida cantidad de materia tiene e implica una cierta forma, por muy indeterminada que ésta parezca. El que un objeto sea irregular e indefinido en su configuración o estructura y no parezca remitirnos a algo conocido o significativo, no implica que tal objeto no tenga una forma; sólo sucede que tiene una forma indeterminada a nuestros esquemas cognitivos y significativos.
Se puede decir entonces que la forma es la causa de aquello que existe. La forma es aquello con base en lo cual una cosa es propiamente aquello que es. Al determinar a la materia a ser una cosa que es, a existir, la forma separa y delimita a esa cosa de lo que no existe, así como también la separa y delimita de las demás cosas existentes ajenas a ella misma, es decir, la individualiza, le da una identidad propia.
La materia pictórica inerte no es aún pintura. Es, desde un punto de vista sofístico (o conceptual), ciertamente pintura, pero sólo en tanto argumentamos que a cualquier pigmento o materia pictórica le podemos llamar pintura. Esta materia deviene en el objeto que llamamos propiamente una pintura sólo en el momento que es determinada por el acto mismo de manipularla y/o aplicarla sobre una superficie. Aún cuando la materia pictórica está en su estado latente ya físicamente determinada por una forma (la del recipiente que la contiene), se puede decir que esta forma es, en todo caso, puramente circunstancial y ajena al fenómeno propiamente llamado pintura.
Es por lo tanto la forma lo que determina no sólo a la materia pictórica, sino a la pintura misma a ser lo que es. Es la forma pictórica el principio individuante y la esencia misma de la pintura, y la materia vendrá a ser un elemento constitutivo de (y subordinado a) aquella.
Es pertinente de cualquier manera considerar el argumento contrario que postularía a la materia como el rasgo esencial de la pintura, como la causa y esencia de la misma pues, después de todo, la forma, aún cuando puede ser concebida mentalmente sin necesidad de la materia, requiere forzosamente de ésta para manifestarse física y sensiblemente. En todo caso, debemos conceder el hecho real de que en la pintura así como en todo objeto físico en general, forma y materia son ambos elementos imprescindibles para la existencia de los mismos por lo que, visto así, ambos son entonces, y en un mismo nivel de importancia, los rasgos esenciales constitutivos de la pintura. El que privilegie a la forma sobre la materia obedece más que nada al hecho de que, como se verá posteriormente, la forma me permite un desarrollo metódico más específico y pertinente a los objetivos del presente trabajo.
Definición de la forma pictórica
Es ahora necesario revisar el concepto de forma desde diversas perspectivas con el fin de tener una más completa comprehensión del tema para su mejor definición, por lo que procederé a comentar algunos otros aspectos filosóficos y psicológicos antes de pasar a los aspectos propiamente artísticos de la misma. Sin embargo, consideraré sólo aquellos aspectos que son directamente pertinentes a los objetivos de este trabajo.
El concepto de forma es tal vez uno de los más complejos, versátiles y ambiguos que el entendimiento humano conoce. Aparentemente no existe una sola definición que pueda abarcar satisfactoriamente sus múltiples facetas y personificaciones, por lo que siempre se ha hecho necesario, como en este caso, establecer los parámetros y límites específicos de lo que el concepto de forma significa e implica para cada una de las disciplinas que lo consideran.
Visto de la manera más amplia y general posible, el término forma ha llegado a ser entendido como aquello que es susceptible de abarcar cualquier contenido, sea éste físico o mental. El tipo de contenido de la forma que aquí será considerado es el físico o material, es decir, este análisis de la forma pictórica está interesado primordialmente en su contenido formal y no en su contenido significativo, el cual es material propio de otro tipo de estudios. También se debe considerar el hecho de que, siendo éste un análisis fenomenológico, es pertinente y permisible separar la forma del contenido para su mejor análisis, es decir, se aplica aquí una reducción fenomenológica.
Aunque tanto Arnheim como Gombrich han insistido en que toda forma es significativa, y que ya en el momento en que percibimos llevamos a cabo complejos procesos mentales de clasificación, generalización, comparación e interpretación de las formas que se nos presentan, considero, sin embargo, necesario y válido el separar la forma pictórica de sus posibles significaciones subjetivas, en pos de un mejor y más claro entendimiento de su naturaleza puramente fenoménica. Por el hecho mismo de que es factible que la forma más indefinida signifique algo para alguien, o que una misma forma signifique cosas diferentes para personas diferentes, se requieren estudios diferentes para necesidades diferentes. Por esto, el sentido más general (si no el único) en que se entenderá aquí el concepto de significación de la forma pictórica es en su sentido icónico de representación, es decir, en el de una forma o imagen que está en lugar de otra, independientemente de las múltiples y más profundas significaciones conceptuales, emocionales, espirituales, etc., que dicha forma pueda tener.
Otra definición comúnmente encontrada que puede aplicarse al tema aquí tratado es la que presenta a la forma como la “figura exterior de los objetos”. Como en muchos otros casos, se presenta aquí el término figura como sinónimo o sustituto de forma. En filosofía se ha tratado de establecer una distinción entre estos ambiguos términos, separando entre figura externa y figura interna de una cosa, siendo ésta última lo que se debe entender como su esencia o idea (el eidos platónico), y el término figura se corresponderá con su figura externa. Visto así, el concepto de forma nos lleva al concepto de sustancia, de esencia, de los rasgos o notas esenciales de una cosa o entidad. A pesar de la pertinencia de esta concepción de forma como los rasgos esenciales de una cosa, se debe considerar que tal equiparación entre forma y sustancia es un tanto relativa y circunstancial, pues basta recordar que el concepto de materia es también emparejado con el de sustancia, lo que impide o dificulta la correcta definición de estos conceptos. Por lo tanto, el concepto de sustancia será tomado aquí como sinónimo de materia y no como sinónimo de forma, mientras que el concepto de figura, en tanto que “figura externa” de una cosa, sólo será considerado como un tipo particular de forma.
Rudolph Arnheim, en su libro “El pensamiento visual”, define a la forma como “los rasgos estructurales que se encuentran en el material estimulante”, y postula que la percepción consiste en imponer al material estimulante “patrones de forma” a los que llama “conceptos visuales” o “categorías visuales”, de tal manera que un objeto es percibido en tanto se le adecua a una forma dada “a priori” que posee una configuración compatible con aquél. Es la “Ley básica de la percepción visual” de la Gestalt: “todo patrón estimulante tiende a verse de modo tal que la estructura resultante sea tan simple como lo permitan las condiciones dadas”. Aún cuando estas formas se refieren específicamente a las formas de objetos reales tridimensionales y no a las formas propiamente pictóricas, parece ser (de acuerdo al mismo Arnheim y de acuerdo con algunas ideas de Gombrich), que la manera en que percibimos las formas pictóricas referentes a la realidad es, si no idéntica, sí muy similar a la manera en que percibimos la realidad misma. De otra manera, no sería posible que las pinturas “realistas” puedan referirnos muy convincentemente a la realidad visual que percibimos (estas ideas serán revisadas y ampliadas posteriormente). Por otro lado, Arnheim complementa su definición de forma describiéndola como los límites de las masas o cuerpos tridimensionales, los cuales están a su vez delimitados por superficies bidimensionales, y éstas por bordes unidimensionales o líneas.
Esta definición nos introduce ya a la concepción de forma que aquí interesa, la forma como límite o delimitación de un espacio, volumen o superficie (ciertamente la forma pictórica debe ser considerada tanto bidimensional como tridimensionalmente dadas las posibilidades volumétricas de su materia).
En filosofía, todo aquello que es o existe tiene un principio de individuación que lo determina. Es decir, tiene un fundamento o causa que determina lo que es y cómo es. Todo aquello que existe físicamente está constituido de forma y materia, por lo que su principio individuante puede ser cualquiera de estas dos propiedades. La pintura, o mejor dicho, todas las pinturas o cualquier pintura que percibimos y conocemos tienen existencia física concreta, tienen forma y materia. Es entonces conveniente establecer primeramente cuál de estos dos principios es el principio individuante de la pintura, cual es el rasgo esencial que la determina.
Considerada como la esencia primera de las cosas, en sí misma, la materia no es más que una mera aptitud en espera de una futura determinación, pues no puede ser concebida en su absoluta indeterminación, es decir, fuera de o ajena a determinación formal alguna. Esta materia primera tiene pertinencia sólo metafísicamente, pues en la experiencia fenoménica no existe tal cosa como la absoluta indeterminación de la misma. La materia pura es impensable, no puede ser racionalmente aprehendida, mientras que la forma pura sí puede ser concebida mentalmente. Por lo tanto, toda materia conlleva un cierto grado y un cierto tipo de determinación formal. En la pintura, así como en todo ente físicamente existente, aún la más aparentemente indefinida cantidad de materia tiene e implica una cierta forma, por muy indeterminada que ésta parezca. El que un objeto sea irregular e indefinido en su configuración o estructura y no parezca remitirnos a algo conocido o significativo, no implica que tal objeto no tenga una forma; sólo sucede que tiene una forma indeterminada a nuestros esquemas cognitivos y significativos.
Se puede decir entonces que la forma es la causa de aquello que existe. La forma es aquello con base en lo cual una cosa es propiamente aquello que es. Al determinar a la materia a ser una cosa que es, a existir, la forma separa y delimita a esa cosa de lo que no existe, así como también la separa y delimita de las demás cosas existentes ajenas a ella misma, es decir, la individualiza, le da una identidad propia.
La materia pictórica inerte no es aún pintura. Es, desde un punto de vista sofístico (o conceptual), ciertamente pintura, pero sólo en tanto argumentamos que a cualquier pigmento o materia pictórica le podemos llamar pintura. Esta materia deviene en el objeto que llamamos propiamente una pintura sólo en el momento que es determinada por el acto mismo de manipularla y/o aplicarla sobre una superficie. Aún cuando la materia pictórica está en su estado latente ya físicamente determinada por una forma (la del recipiente que la contiene), se puede decir que esta forma es, en todo caso, puramente circunstancial y ajena al fenómeno propiamente llamado pintura.
Es por lo tanto la forma lo que determina no sólo a la materia pictórica, sino a la pintura misma a ser lo que es. Es la forma pictórica el principio individuante y la esencia misma de la pintura, y la materia vendrá a ser un elemento constitutivo de (y subordinado a) aquella.
Es pertinente de cualquier manera considerar el argumento contrario que postularía a la materia como el rasgo esencial de la pintura, como la causa y esencia de la misma pues, después de todo, la forma, aún cuando puede ser concebida mentalmente sin necesidad de la materia, requiere forzosamente de ésta para manifestarse física y sensiblemente. En todo caso, debemos conceder el hecho real de que en la pintura así como en todo objeto físico en general, forma y materia son ambos elementos imprescindibles para la existencia de los mismos por lo que, visto así, ambos son entonces, y en un mismo nivel de importancia, los rasgos esenciales constitutivos de la pintura. El que privilegie a la forma sobre la materia obedece más que nada al hecho de que, como se verá posteriormente, la forma me permite un desarrollo metódico más específico y pertinente a los objetivos del presente trabajo.
Definición de la forma pictórica
Es ahora necesario revisar el concepto de forma desde diversas perspectivas con el fin de tener una más completa comprehensión del tema para su mejor definición, por lo que procederé a comentar algunos otros aspectos filosóficos y psicológicos antes de pasar a los aspectos propiamente artísticos de la misma. Sin embargo, consideraré sólo aquellos aspectos que son directamente pertinentes a los objetivos de este trabajo.
El concepto de forma es tal vez uno de los más complejos, versátiles y ambiguos que el entendimiento humano conoce. Aparentemente no existe una sola definición que pueda abarcar satisfactoriamente sus múltiples facetas y personificaciones, por lo que siempre se ha hecho necesario, como en este caso, establecer los parámetros y límites específicos de lo que el concepto de forma significa e implica para cada una de las disciplinas que lo consideran.
Visto de la manera más amplia y general posible, el término forma ha llegado a ser entendido como aquello que es susceptible de abarcar cualquier contenido, sea éste físico o mental. El tipo de contenido de la forma que aquí será considerado es el físico o material, es decir, este análisis de la forma pictórica está interesado primordialmente en su contenido formal y no en su contenido significativo, el cual es material propio de otro tipo de estudios. También se debe considerar el hecho de que, siendo éste un análisis fenomenológico, es pertinente y permisible separar la forma del contenido para su mejor análisis, es decir, se aplica aquí una reducción fenomenológica.
Aunque tanto Arnheim como Gombrich han insistido en que toda forma es significativa, y que ya en el momento en que percibimos llevamos a cabo complejos procesos mentales de clasificación, generalización, comparación e interpretación de las formas que se nos presentan, considero, sin embargo, necesario y válido el separar la forma pictórica de sus posibles significaciones subjetivas, en pos de un mejor y más claro entendimiento de su naturaleza puramente fenoménica. Por el hecho mismo de que es factible que la forma más indefinida signifique algo para alguien, o que una misma forma signifique cosas diferentes para personas diferentes, se requieren estudios diferentes para necesidades diferentes. Por esto, el sentido más general (si no el único) en que se entenderá aquí el concepto de significación de la forma pictórica es en su sentido icónico de representación, es decir, en el de una forma o imagen que está en lugar de otra, independientemente de las múltiples y más profundas significaciones conceptuales, emocionales, espirituales, etc., que dicha forma pueda tener.
Otra definición comúnmente encontrada que puede aplicarse al tema aquí tratado es la que presenta a la forma como la “figura exterior de los objetos”. Como en muchos otros casos, se presenta aquí el término figura como sinónimo o sustituto de forma. En filosofía se ha tratado de establecer una distinción entre estos ambiguos términos, separando entre figura externa y figura interna de una cosa, siendo ésta última lo que se debe entender como su esencia o idea (el eidos platónico), y el término figura se corresponderá con su figura externa. Visto así, el concepto de forma nos lleva al concepto de sustancia, de esencia, de los rasgos o notas esenciales de una cosa o entidad. A pesar de la pertinencia de esta concepción de forma como los rasgos esenciales de una cosa, se debe considerar que tal equiparación entre forma y sustancia es un tanto relativa y circunstancial, pues basta recordar que el concepto de materia es también emparejado con el de sustancia, lo que impide o dificulta la correcta definición de estos conceptos. Por lo tanto, el concepto de sustancia será tomado aquí como sinónimo de materia y no como sinónimo de forma, mientras que el concepto de figura, en tanto que “figura externa” de una cosa, sólo será considerado como un tipo particular de forma.
Rudolph Arnheim, en su libro “El pensamiento visual”, define a la forma como “los rasgos estructurales que se encuentran en el material estimulante”, y postula que la percepción consiste en imponer al material estimulante “patrones de forma” a los que llama “conceptos visuales” o “categorías visuales”, de tal manera que un objeto es percibido en tanto se le adecua a una forma dada “a priori” que posee una configuración compatible con aquél. Es la “Ley básica de la percepción visual” de la Gestalt: “todo patrón estimulante tiende a verse de modo tal que la estructura resultante sea tan simple como lo permitan las condiciones dadas”. Aún cuando estas formas se refieren específicamente a las formas de objetos reales tridimensionales y no a las formas propiamente pictóricas, parece ser (de acuerdo al mismo Arnheim y de acuerdo con algunas ideas de Gombrich), que la manera en que percibimos las formas pictóricas referentes a la realidad es, si no idéntica, sí muy similar a la manera en que percibimos la realidad misma. De otra manera, no sería posible que las pinturas “realistas” puedan referirnos muy convincentemente a la realidad visual que percibimos (estas ideas serán revisadas y ampliadas posteriormente). Por otro lado, Arnheim complementa su definición de forma describiéndola como los límites de las masas o cuerpos tridimensionales, los cuales están a su vez delimitados por superficies bidimensionales, y éstas por bordes unidimensionales o líneas.
Esta definición nos introduce ya a la concepción de forma que aquí interesa, la forma como límite o delimitación de un espacio, volumen o superficie (ciertamente la forma pictórica debe ser considerada tanto bidimensional como tridimensionalmente dadas las posibilidades volumétricas de su materia).
Elementos fundamentales de la forma pictórica
Límites
El elemento constitutivo esencial de la forma pictórica, y en general de toda forma física, es la delimitación, determinación o definición de una superficie, volumen o espacio. Como se vio anteriormente, la forma es la determinación de toda existencia física pues, al determinar a la materia a ser una cosa, la forma separa y delimita a esa cosa de lo que no existe, asi como también la separa y delimita de las demás cosas existentes ajenas a ella misma, es decir, la individualiza, le da una identidad propia. Toda forma es, en esencia, delimitación y determinación. No existe forma sin límites. Dicho a manera de definición esencial: toda forma es la delimitación de un espacio, volumen o superficie. Límite es el fin de algo, donde una forma acaba, o hasta donde una forma llega. Límite es el punto o los puntos en el espacio o en una superficie que determinan a las cosas. Se han utilizado diversos términos para describir los límites de la forma, para describir la “forma” de la forma: figura, contorno, patrón, silueta, configuración, etc., son palabras todas que comprehenden el concepto esencial de delimitación. De hecho, son los límites o configuración el rasgo mínimo necesario para concebir mentalmente una forma. No podemos pensar una forma sin límites, sin una configuración de puntos en el espacio, aunque sí sin un tamaño o extensión específicos, pues no es necesario determinar el tamaño específico de una forma para poderla concebir mentalmente.
Además de la idea de extensión, la concepción de los límites de la forma como una configuración de puntos en el espacio nos permite vislumbrar y derivar otra de sus características: su textura. La textura no es otra cosa que lo que percibimos como las variaciones (o la falta de éstas) en la ubicación de dichos puntos en el espacio, aunque tanto ésta como la extensión son características que pertenecen al segundo elemento esencial de la forma: su materia.
Materia
Si requerimos sólo de la delimitación o configuración de una forma para concebirla mentalmente, requerimos necesariamente de la materia para su manifestación física y sensible, y es dicha materia la que nos proporciona los parámetros específicos para determinar su extensión y textura. Aún al proyectar o trazar sobre papel el diseño de una forma que después se piensa producir o construir tridimensionalmente, los trazos de lápiz o tinta son ya una materialización de dicha forma, y es a partir de dicha materialización que el concepto de extensión cobra su cabal sentido. Debe también considerarse que la principal cualidad de la materia, tanto filosófica como físicamente, es la de ser extensa, por eso la cualidad de extensión le corresponde directamente a la materia más que a la forma.
Elementos secundarios de la forma pictórica
Existen otros elementos de la forma que son secundarios e indirectos a ésta, pues provienen más bien de su materia. La forma pictórica puede tener extensión, color, densidad y textura, pero estas cualidades pertenecen directamente a la materia y no a la forma. Estos elementos secundarios entran en juego a partir de la aplicación de materia a una forma específica y la singularizan, por lo que se puede decir nuevamente que, en determinados casos, es la materia la que determina a la forma, que en la aplicación de materia pictórica a una superficie se constituye la forma. De cualquier manera, hemos visto anteriormente que se puede concebir mentalmente una forma sin considerar su materia, sólo sus límites, mientras que es imposible pensar la materia sin una forma específica, por muy indeterminada o indefinida que ésta sea.
El hecho de considerar al color como un elemento secundario de la forma pictórica no debe tomarse en un sentido discriminatorio de su función significativa. Es decir, el color es, físicamente, un elemento secundario tan sólo en tanto que es parte constitutiva de la materia y no de la forma, independientemente de la importancia y significación primordial que pueda tener en la pintura como elemento estético. Dicho de otra manera, el color, como elemento físico de la pintura, es secundario a la forma, pues depende física, química y psicológicamente de la materia que constituye a ésta, aún cuando estética y significativamente pueda ser un elemento fundamental de aquella. Este análisis del color de ninguna manera demerita su papel como elemento primordial de la expresión pictórica, sino solamente intenta determinar su lugar lógico, físico y formal entre los elementos de la pintura.
Límites
El elemento constitutivo esencial de la forma pictórica, y en general de toda forma física, es la delimitación, determinación o definición de una superficie, volumen o espacio. Como se vio anteriormente, la forma es la determinación de toda existencia física pues, al determinar a la materia a ser una cosa, la forma separa y delimita a esa cosa de lo que no existe, asi como también la separa y delimita de las demás cosas existentes ajenas a ella misma, es decir, la individualiza, le da una identidad propia. Toda forma es, en esencia, delimitación y determinación. No existe forma sin límites. Dicho a manera de definición esencial: toda forma es la delimitación de un espacio, volumen o superficie. Límite es el fin de algo, donde una forma acaba, o hasta donde una forma llega. Límite es el punto o los puntos en el espacio o en una superficie que determinan a las cosas. Se han utilizado diversos términos para describir los límites de la forma, para describir la “forma” de la forma: figura, contorno, patrón, silueta, configuración, etc., son palabras todas que comprehenden el concepto esencial de delimitación. De hecho, son los límites o configuración el rasgo mínimo necesario para concebir mentalmente una forma. No podemos pensar una forma sin límites, sin una configuración de puntos en el espacio, aunque sí sin un tamaño o extensión específicos, pues no es necesario determinar el tamaño específico de una forma para poderla concebir mentalmente.
Además de la idea de extensión, la concepción de los límites de la forma como una configuración de puntos en el espacio nos permite vislumbrar y derivar otra de sus características: su textura. La textura no es otra cosa que lo que percibimos como las variaciones (o la falta de éstas) en la ubicación de dichos puntos en el espacio, aunque tanto ésta como la extensión son características que pertenecen al segundo elemento esencial de la forma: su materia.
Materia
Si requerimos sólo de la delimitación o configuración de una forma para concebirla mentalmente, requerimos necesariamente de la materia para su manifestación física y sensible, y es dicha materia la que nos proporciona los parámetros específicos para determinar su extensión y textura. Aún al proyectar o trazar sobre papel el diseño de una forma que después se piensa producir o construir tridimensionalmente, los trazos de lápiz o tinta son ya una materialización de dicha forma, y es a partir de dicha materialización que el concepto de extensión cobra su cabal sentido. Debe también considerarse que la principal cualidad de la materia, tanto filosófica como físicamente, es la de ser extensa, por eso la cualidad de extensión le corresponde directamente a la materia más que a la forma.
Elementos secundarios de la forma pictórica
Existen otros elementos de la forma que son secundarios e indirectos a ésta, pues provienen más bien de su materia. La forma pictórica puede tener extensión, color, densidad y textura, pero estas cualidades pertenecen directamente a la materia y no a la forma. Estos elementos secundarios entran en juego a partir de la aplicación de materia a una forma específica y la singularizan, por lo que se puede decir nuevamente que, en determinados casos, es la materia la que determina a la forma, que en la aplicación de materia pictórica a una superficie se constituye la forma. De cualquier manera, hemos visto anteriormente que se puede concebir mentalmente una forma sin considerar su materia, sólo sus límites, mientras que es imposible pensar la materia sin una forma específica, por muy indeterminada o indefinida que ésta sea.
El hecho de considerar al color como un elemento secundario de la forma pictórica no debe tomarse en un sentido discriminatorio de su función significativa. Es decir, el color es, físicamente, un elemento secundario tan sólo en tanto que es parte constitutiva de la materia y no de la forma, independientemente de la importancia y significación primordial que pueda tener en la pintura como elemento estético. Dicho de otra manera, el color, como elemento físico de la pintura, es secundario a la forma, pues depende física, química y psicológicamente de la materia que constituye a ésta, aún cuando estética y significativamente pueda ser un elemento fundamental de aquella. Este análisis del color de ninguna manera demerita su papel como elemento primordial de la expresión pictórica, sino solamente intenta determinar su lugar lógico, físico y formal entre los elementos de la pintura.
No hay comentarios:
Publicar un comentario